Quién sabe qué nos
hizo chocar causalmente en la puerta de aquel tigre. Quizá alguna profecía
planetaria (o tal vez no).
Ahora pertenecemos a
un sudor común y la ira afónica del reproche queda lejos de estropearnos la
noche.
Ahora acabamos de empezar y tú estás que te sales.
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