Ordeno las fauces
herbáceas de los agujeros epicúreos que me acabas de amortizar en la batalla
mientras reposas tu cuerpo imperial.
Tus violáceos labios
gruesos conjugan a la perfección los tiempos del deseo. Tu lengua traza en mi
lengua los caracteres kanji individuales de los desiguales jugos del
recreo infinito entre nuestras piernas.
Eres un corte abrupto
y perfilado de un huracán.
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