Asomada a sus
barandales duerme Madrid vacía. Nada puede alterarte el sueño. Ni siquiera el
maullido estrepitoso del móvil.
Ni agasajada por golosinas
ni sedada por medicinas ni sajada por bisturíes. Tus hematíes permanecen
intactos. Y los míos danzan sorprendidos alrededor del calor que propaga tu
cuerpo.
Me sorprende haberte
encontrado.
La vida vivida en
plenitud da lecciones hasta el último momento.
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