sábado, 31 de mayo de 2014

El amor en los tiempos del MDMA







-¿Cuánto te queda?

-20 pavos para el taxi y una chinita para un peta.

-Suficiente.




Insomne certidumbre.




La realidad es a la ficción
lo que el espacio al tiempo:
todo sucede inalterablemente sin concretar en nada.

El horizonte color té se muere por conocerte.
No importa tu palabra sino a quién se la das.

Si vienes a buscar justicia,
has venido al lugar equivocado.



Azul cristal.





  Aún no distingo las luces que juzgo tan eternas como el agua y el aire. Se me hace cuento que Alicia estuviese aquí y ocupara el espacio que Lucía dejó hace meses.


  Septiembre era un cadáver con los ojos abiertos y Alicia apareció con una manzana entera expuesta a las auroras y lluvias del otoño. Arrastraba todo el barro posible en sus tacones. Sus ojeras describían la inocencia terrible del amanecer. Sólo codiciaba lo presente. Era sábado y yacíamos tan exhaustos que cerramos la casa. No nos unía el amor sino el espanto.

Rendidos, los dos ansiosos nos tumbamos con las venas abiertas.


Flor de cuño.





Penetrar en ella
era como adentrarse 
en jardines de senderos que se bifurcan...


El vuelo.





  El vuelo de sus párpados era tan sorprendente como la enigmática interrogación de sus ojeras. Ambos espectáculos cobraban dimensiones galácticas cuando fumaba. Entre calada y calada parecía sacada de Mad Men.

  Sabía que los técnicos no ganan ningún partido y que los políticos tenían la misma credibilidad que un corruptor de menores. Para ella todo lo palpable carecía de credibilidad y el mundo y sus días eran un mero pasatiempo donde el goce equivale a supervivir el karma de haber nacido al sur.

  A su juicio todo lo que merecía la pena cabía entre sus manos y mejor viajar ligera de equipaje que abonarse a posesiones y sentimientos. En términos emotivos resultaba insobornable.


  Contagiaba alegría a todo lo que tocaba. Irradiaba felicidad en cara poro de su piel. Era puro sexo. 



Una canción de Calamaro







En demasiadas ocasiones
nuestras vidas
se parecen a una canción de Calamaro...



Para dos.





Esta taza de café está más cerca de la realidad de nuestro lenguaje que tu sexo.





La mitad del amor.




Si llegaste a encontrar la mitad del amor
la vida  puede llegar a ser maravillosa.



Principio de acción y reacción.





Toda acción conlleva una reacción.
Lo demás es silencio.


Duetos (VI)







-¿Te vas así?


-Alguien me espera donde siempre a las tres.



Duetos (V)





-¿Por qué estás tan triste?


-Porque ella no va a volver.


Duetos (IV)




-¿Hacia dónde vamos?


-No lo sé pero llegamos tarde.


Como el fuego sobre la superficie lunar.




  Si me quedo más me mareo. Es hora de airear la habitación, desarmar la buhardilla, lanzarse a la calle.

  Si no fuera por el morbo hubiéramos caído en marzo.Sí, tus taras y mis vicios contaron a favor para sobrevivir a base de sexo y drogas cortadas. 

  El silencio no existe. Me alivia pensar que Alicia lo sabe. Al igual que afirma, desde que leyó aquella novela, que la música es la más inútil de las artes biológicamente hablando, puede mordisquear distraída una manzana verde sin desnudarla de la pegatina.

Es hora de volver a la carretera donde circulan el jugador y el ciclista.





Tocado.







-Chico, vete a tu casa, no podemos jugar.



Rey de reyes





Siempre llega ese gol en el último minuto
que te salva la vida y te lleva a tocar el cielo.


sábado, 24 de mayo de 2014

Documento Nacional de Diferencia (y V)



La desproporcionada influencia del raciocinio, empleado a menudo donde no tiene cabida, nos hace creer una desfachatez el utilizar éticas distintas los sábados por la noche y los domingos por la mañana. También parece que una ideología que sea capaz de dar su brazo a torcer en las ocasiones en las que no resulta imprescindible es una ideología débil, que no se toma en serio las cosas. Esto es, no porque la aceptación de un yo fragmentado conduzca a comportamientos irracionales, sino porque juzgamos con un modelo de racionalidad compacta y unívoca que carece hoy de prestigio y, sobre todo, de utilidad.

Lejos de mí la intención de publicitar el relativismo, el pensamiento líquido, débil, complejo o cualquiera de esos intentos peligrosamente chapuceros de establecer un nuevo modelo de racionalidad. En este caso, con lo que tenemos nos basta: no quiero decir que sea la razón lo que falla a la hora de juzgar, sino una serie de prejuicios, fruto de la preponderancia de la religión en el ámbito de la ética durante los últimos milenios, que tratan de entender al hombre como una coherencia de nivel muy básico, como un ser cuyos actos deben ser guiados por códigos simples de diez mandamientos, siete pecados o dos partidos turnistas. Y es verdad que la tendencia a la economía de pensamiento favorece, en el común de los mortales, la aceptación de estos esquemas simples. Así nos va: una Historia vergonzosa donde todo son masacres y penurias, una economía delirante que toma el lugar de los sujetos ante su propia abulia y una política simplista orientada a las consignas vacías y la manipulación de masas.

No creo caer en la falacia del término medio cuando afirmo que, entre la simplicidad extrema de la ética monoteísta, el absolutismo monárquico y el dogma de fe, por un lado, y la complejidad exagerada y la imposibilidad de comprender el mundo que propugna parte del pensamiento actual, por otro, puede existir una racionalidad compleja que supere, sí, el mínimo establecido por la pereza biológicamente programada en nuestra especie, es decir, que no se base en un solo paradigma sin peros que valgan. Sin estar descrita en términos binarios, pero sin alcanzar la peligrosa irracionalidad del posmodernismo.

En los campos, fundamentales para todo lo demás, de la ética, la conciencia de la propia personalidad y la ideología, alcanzar esa complejidad racionalmente articulada es la única posibilidad de “perfeccionamiento personal” que se me ocurre. No hablo de teorías abstrusas e inaplicables, es tan sencillo como lo siguiente: por ejemplo, en lugar de contemplarte a ti mismo como algo que aspira a ser en todo momento uno y el mismo, en lugar de presentarte a los otros con un carácter invariable, predecible, artificioso, en lugar de cortar todas tus acciones con el mismo patrón, concíbete como varias cosas distintas, tantas como encuentres en distintos estados de ánimo y momentos. Admite lo que no te gusta: lo que eres cuando te enfadas, cuando sientes envidia, cuando tienes celos, cuando estás en plena excitación sexual. Dales nombres, personifícalos, atráelos a ti: cuando alguien te disguste con algún comentario, en lugar de mostrarte altiva, declárate “Juana la Sensible”, cuando te sientas arder de celos en plena discusión, avisa a tu pareja de que “ha llegado el Pepito que Teme Perderte”, cuando tu mujer descubra carmín en tu cuello y no sepas qué responder, encomiéndale la misión a “Manolo el Taladro de Bragas”…


No consideres a estos personajillos un accidente, un estado pasajero, un momento sin importancia, una actitud supeditada a tu “personalidad principal”, algo, en suma, digno de ser borrado de los anales de la historia. Trata de admitirlos como una genuina manifestación de lo que eres,  otro yo tan legítimo como el que florece cuando estás contento, saciado y sexualmente satisfecho. Verás cómo, poco a poco, al admitir las partes de ti que antes te desagradaban, al justificarlas y darles plena acogida en tu seno, comienzan a producir cada vez menos sufrimiento, las diferencias pierden sentido,  tus fragmentos se desgastan, se abrazan y se relacionan. Habiendo alcanzado ese punto de relativa aceptación, puedes empezar a elegir de verdad qué partes quieres potenciar y cuáles disminuir, y de estudiar cómo se comunican. Es entonces cuando podrás empezar a conversar con aquellas  criaturas vergonzosas, aquel ejército de marionetas cuyas cabezas antaño tratabas de empujar a palazos con una mano mientras con la otra firmabas cada amanecer un nuevo certificado de defunción. 


jueves, 22 de mayo de 2014

Nueva Época (IV)


Imperante,
invocando de la transgresión
la sonoridad humana,
encontró
la voz de una Diosa
que exhalaba
suspiros
de realidad.
Tan lejana
que se hacía infinita,
para sus impostores
de esencias
envenenadas.

Nueva Época (III)


No existes tú,
sanadora 
de mi fé
en la manos Teseo.
No existe el aliento
si ahoga 
mi cuerpo
en lo profundo
de tu ser.
Ella no es
más que un hecho
de un tiempo
agotado
en la agujas 
de un reloj,
que tintinea 
a la madrugada
una y otra vez.

martes, 20 de mayo de 2014

Nueva Época (II)


Despierta,
con un nítido
recuerdo
del sueño.
A la deriva,
olvidada
por la lógica
de los espacios
o tiempos.
Sin miedo,
por fin trazó
sus alas
sobre el duelo,
y alcanzó ser 
quién sueña.

lunes, 19 de mayo de 2014

Nueva época (I)


Imprescindible.
Inoportuna,
como un altercado
en la cumbre
de lo inexplicable,
ella atiende 
los ruegos
de una época
iconoclasta
con los mismos vientos
que levantan
su falda.

sábado, 17 de mayo de 2014

Documento Nacional de Diferencia (IV)



Hay que tener una ideología y una ética cuando se va a votar, sí. Hay que tenerlas cuando se va a realizar una labor humanitaria, sí. Hay que tenerlas cuando se va a hacer una encuesta, sí. Hay que tenerlas cuando se tiene una discusión con amistades que resisten una discusión, sí.

Pero ¿hay que tenerla las veinticuatro horas del día revoloteando sobre nuestra cabeza? ¿Son ellas nuestras herramientas, o somos nosotros sus herramientas? Vamos a ver, Ángel de la Guarda: ¿quién está al servicio de quién?

La pretensión de unidad del sujeto es como el Absoluto, el “desarrollo de la conciencia”, el Conocimiento Verdadero, la Ciencia Completa, la Ética Objetiva, el Sistema Ideal: es decir, una entelequia meramente conceptual, concebida tras el traslado al farragoso terreno del paroxismo de los postulados de nuestra propia razón, postulados que difícilmente podemos cuestionar mediante el ejercicio del puro pensamiento. Nuestra principal baza para deshacernos de ella es la creciente evidencia empírica que nos conduce a jubilarla como idea poco práctica y a sustituirla por otra que explique una mayor cantidad de fenómenos. 

Las generalizaciones a que nos conduce la vida real nos sugieren que la contradicción, los impulsos opuestos y enfrentados, los actos gratuitos, siguen sucediendo incluso para los más santos, que nadie parece ser capaz de alcanzar la perfección y que las sombras parecen igualar en cantidad y densidad a las luces. No voy a negar esto, pero, admitiendo que lo contradictorio tiene lugar, que la disparidad es abrumadora, que el yo carece de una unidad fija, de un punto estable, axial, pivotal, tenemos dos opciones: o nos aferramos a una ideología-ética con fiereza, y entonces cometemos pecado mortal por el mero hecho de ir de compras o contemplar un determinado trasero, o bien decidimos que la ideología es necesaria sólo en algunas ocasiones. Probablemente, miraremos el trasero de marras elijamos lo que elijamos.

La primera opción, la de adscribirse a una personalidad definida con un código definido, que exigen completo seguimiento y coherencia personal, conduce, como hemos visto, a que cuando la pasión, la pulsión, el instinto, el sueño, el desliz conduzcan a la contradicción, no seamos nosotros los que la provoquemos, sino que seamos provocados por ellos. Por el contrario, quien acepta un yo inconcluso, quien no aspira a la unidad y admite de buen grado lo irresuelto y múltiple de la propia interioridad, puede llegar a decidir mejor cómo manejar sus representaciones contradictorias. Al fragmentarse, alcanza la armonía.

¿Cómo lo consigue? Muy sencillo: al admitir sus puntos flacos, no le pillan tan de improviso. También, es cierto, puede perderse el sujeto “fragmentado” en el emerger descontrolado de su pura fragmentación, pero, con un poco de tenacidad, puede aprender a controlar sus máscaras, a jugar con sus distintos yos, a meterse en la piel del otro y escuchar sus ideas con mayor claridad, sin por ello abandonar la pretensión de atenerse a una ética o una ideología concreta cuando sea preciso.

martes, 13 de mayo de 2014

Espejo (I)


Lejos, lejos, lejos
del cristal 
hay un reflejo
demasiado distante,
muchos dicen
que soy yo.
No les creo,
nunca he sido ese
ni cuando amé.
Sobre mi cognición
Hablan lentos
en sus almas
muertas
para decirme
dónde me encuentro.

domingo, 11 de mayo de 2014

Expectativas (I)


Retroceder al eterno retorno constituye, sobre una realidad creciente, un intento de fuga como otro cualquiera sobre un concierto con la abulia de nuestra comunidad. Organizar la existencia se hace un trabajo arduo por las sendas del perdedor en lo que respecta a una visión pesimista del mundo dónde nos aferramos. ¿Puede un sistema albergar otro cuyo mecanismo incide desproporcionalmente sobre las reglas del juego? Concierne esto una visión contemplativa de un organismo que en sus vísceras se rige con unas normas independientes. ¿Puede un ser humano ser feliz si considera por tanto que la función y el fin de su existencia corresponde a una expectativa alejada de si mismo? Es por tanto el sujeto un humilde en cubierta, cuando aparenta ser el centro de una fiesta dónde ni siquiera recibió invitación alguna. Una correlación de billetes sin premiar que esperan ser cobrados.

Documento Nacional de Diferencia (III)


Creo en las “buenas intenciones” de Fidel Castro, y en las de Mao, y en las de Franco. Por supuesto, el narcisismo siempre anda entreverado en cualquier carrera meteórica, pero no dudo que en su consciencia primaran sus altos fines (sean loables o no para nosotros). Tampoco puedo reducirlo todo a la enfermedad mental o la inestabilidad emocional, aunque es verdad que tienden a ser buenos alicientes para escalar hasta lo más alto. Todas estas explicaciones comunes, me parece, obvian lo esencial: las malas prácticas de esos dictadores se deben, ante todo, a que obedecían a pies juntillas sus ideales, más que a que en secreto renegaran de ellos. Que persiguieran a sus oponentes políticos era contemplado, por sus ideales, como un mal necesario. Que vivieran a cuerpo de rey mientras el pueblo se comía la corteza de los árboles era visto, por los ideales, como una retribución por su sin duda agotadora labor. Que sólo ellos pudieran acceder sin buscarse problemas a los libros prohibidos o la prensa internacional, era por el bien del pueblo. Puede que, en la práctica, sus ideales y sus hábitos entraran en contradicción, pero créanme cuando les digo que ellos, en su delirante cosmos mental, no concedían la suficiente relevancia a esa paradoja (si es que llegaban a percatarse de ella). Porque juzgarlo todo desde fuera siempre es demasiado fácil, pero una vez se está dentro y se es preso de una visión del mundo, hay cosas que el propio fanatismo, y no el cinismo o el descreimiento, hace muy difícil ver.

No quiero decir que en la vida no existan oportunistas y personas sin moral, y no me quiero meter en una valoración individual de cada uno de los múltiples y variados corruptos que defecan sobre nosotros, pero creo que la propia ideología se presta, de por sí, a permitir comportamientos que van en su contra. Y que cuanto más fanático es uno, más se asila en la indulgencia, al perder su juicio cualquier punto de vista externo o contrario al suyo propio.

Son los peligros de la pretensión de unidad del yo de la que hablábamos, y aunque los hayamos aplicados a casos de escala dramática y con millones de bajas a sus espaldas, se pueden aplicar en cualquier ámbito en el que posemos nuestra mirada. También una personita humilde que nunca tuvo oportunidad de traspapelar un sobre sufre, en su pequeño mundo, cuando contradice el código ético que ha decidido seguir; también un pecador irredento ha de reconocer, si lo piensa bien, que vaya tela con lo suyo, que no tiene remedio. Ambos reconocen, porque es lo razonable, que lo óptimo es lograr la integridad, la unidad, la confluencia de todas las manifestaciones de la propia esencia, y quizás admiren a quien cree que lo ha conseguido, sin percatarse de que, precisamente, persiguen el virus y no la vacuna.

Si uno piensa que Angela Merkel es una súbdita cobarde de los perros salvajes del Capital, si uno ve que demanda a los españoles más y más dinero sin importarle la depauperización alarmante de la sociedad civil, si imagina que, cuando se siente juguetona, viste a su marido de torero y le clava banderillas en las nalgas, hay quien opina que uno debe despreciar a Angela Merkel en todos los aspectos de la vida, desde negarle el saludo hasta evitar contacto visual. Hay quien piensa que un inversor de la bolsa de Nueva York debe  estar en la cárcel por el mero hecho de ganarse la vida a costa de numeritos, que qué lástima que Público sea virtual y no lo pueda comprar para limpiarme el culo, que qué mal que escribe Sánchez Dragó y qué bien Lucía Etxebarría, que publica en La Vanguardia. En resumen, que la ideología debe estar presente en todo momento, ha de tomar parte en cualquier juicio, dar el nihil obstat a cualquier idea que surja en algún rincón de nuestro cráneo. No he conocido a una sola persona que piense así y no haya incurrido en flagrantes –y, según sus propias ideas, imperdonables- contradicciones de las que, mientras mantenga ese alto grado de adhesión, no podrá percatarse de lleno.



sábado, 10 de mayo de 2014

Ex-changes


Fui tu excusa de cera
tu tiempo perdido
en las cartas marcadas
donde te dio por jugar.
Fue una colección
de vicios y arañazos
destapados en la intimidad.
Ahora giras con tu traje nuevo
sin las horas de mi reloj,
ya no tocas el suelo
Vuelas alto,
Bailas lejos,
Has bebido del elixir
el antifaz de ayer
para olvidar la isla
del naufragio
una y otra vez.
Y en la distancia,
oigo lejos en tu compás
el escudo de la melodía
a nuestro viejo altar
ahogado en la arena
junto al nicho de nuestros cuerpos,
dónde sepultar
los restos de nuestro olvido
si retumban
en la sinestesia
de nuestro golpe maestro


domingo, 4 de mayo de 2014

Documento Nacional de Diferencia (II)



Cuando investigamos la historia de los grandes héroes, de los prohombres y mártires de los últimos siglos (pues la tradición se ha encargado de borrar los aspectos vergonzosos de los que son demasiado antiguos), descubrimos que casi siempre hay, digamos, colada por lavar. Con frecuencia el joven revolucionario fervoroso acaba fusilando a sus oponentes políticos. A menudo el político que parecía actuar por puros ideales acaba de asesor de multimillonarios. Usualmente el sindicato desarrolla una tripa más voraz que lo que su bolsillo privado le puede costear. No es raro que el gurú de la conciencia les abra a sus alumnas algo más que la mente, ni que el ministro de la religión vea más la paja en la mano ajena que la viga en la propia.

¿Cuál es el problema de fondo? ¿Por qué tenemos esa impresión de que, invariablemente, el poder corrompe los ideales? ¿Por qué esa ominosa sensación de que, con tanto especialista en historia o filosofía política en paro, nuestros políticos, si no eran ya de profesión hombres de negocios o expertos en los rincones oscuros del derecho, lo acaban siendo? ¿Por qué es tan raro que una persona, unas ideas, una utopía aupadas por su notoriedad moral no acaben desilusionando a sus defensores, salvo por un grupo de fanáticos que harán la vista gorda ante el pez gordo?

Son, a mi ver, efectos secundarios de la pretensión de unidad. Estamos surcados por pasiones, pulsiones, instintos, estados de ánimo contradictorios, como un cielo está surcado por nubes. Si lanzamos una fuerte corriente de viento (como puede ser cualquier ideología, ética o sistema de pensamiento) que ahuyente a las nubes que no nos interesan, éstas no se disolverán: cambiarán de rumbo, desaparecerán de la vista, pero lloverán igualmente. Con la diferencia de que nunca advertiremos de antemano cuándo ni dónde lo harán. Sin darnos cuenta, de repente nuestra pretensión de unidad se verá quebrada por algo que proviene de un sitio que nuestro muro ideológico nos impide identificar. Si somos lo suficientemente cabezotas como para no cuestionarnos nada pese a todo, disculparemos lo sucedido pero, al reafirmarnos en nuestra opinión, seremos incapaces de establecer barreras o soluciones para que no vuelva a pasar el troyano de paisano. A partir de entonces, tendremos un grave problema: nuestro vicio, pequeño o grande, se volverá una constante recurrente, porque nuestra ideología o ética le habrá aplicado categorías superficiales e indulgentes: no nos hemos molestado en investigar de dónde provenía.

Me resulta difícil saldar, como hacen algunos, los excesos de muchos poderosos diciendo que eran unos aprovechados, unos arribistas. “El gurú que lleva desde la infancia buscando respuestas  a la vida, y en cuya vejez se le conocen algunos deslices infamantes, era un charlatán y punto”. “El revolucionario que se jugó la vida lo hizo por mero afán de notoriedad personal, y no creía en lo que hacía”. “El político que lleva toda la vida luchando en la oposición más marginal, si consigue por algún golpe de suerte llegar a la presidencia, nos demostrará por enésima vez que todos van a por la pasta”. Esta clase de reduccionismo hacia la mala voluntad no explica suficientemente por qué hay un contraste tan grande entre los años formativos del sujeto y su posterior práctica, y me parece una excusa barata que ofrecer ante cualquier caso que se tercie sin calentarse mucho los cascos. 


viernes, 2 de mayo de 2014

Metalenguaje



Yo nací rabiando con los cuatro males de la brujería. 
No sé cómo vino el veneno a mí. 
Yo nací a finales del siglo XX, 
yo tuve el arte de la guerra. 
El secreto bien guardado
de las manos de cristo.

jueves, 1 de mayo de 2014

Metalenguaje


Mira entre los espacios de la madera
el cuerpo de una mujerona de veinte
que ha venido a bañarse al rió,
o a secar su pelo con el calor del Domingo.
Quizás para satisfacer tus deseos
y los de quien le acribilla.

La Décima.






En aquel momento irrisorio se te desató una estruendosa 
carcajada ante mis recurrentes bufonerías 'fashionísticas'. 

En el arte de la disipación el bufón asperger es el rey. Por eso la fama es un trozo de nada que el artista agarra al vuelo sin saber por qué.

Verdaderamente la cavidad teocéntrica para el subjuntivo errante de mi trasnochado cante fuiste tú.

Eres el ángel de la aritmética de las cosas.


El sabor de tu semen es el sabor de tu alma.



Camino a Lisboa.







La fama es un trozo de nada 
que el artista agarra al vuelo 
sin saber por qué.



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