viernes, 1 de marzo de 2013

“I ain’t a-marching anymore”



Esa idea que abandera nuestro Popular Partido de alargar el bachillerato un año más debería de tener un punto innegablemente positivo. En lugar de dedicarse a introducir nociones de imbécil competitividad económica o contumaz gestión de empresa, que, como seguro habrían advertido que se sugería con poca suavidad al leer cuidadosamente su programa antes de regalarles su voto (y si no en su nefasta práctica), y que no dudo que bien impartidas servirían y mucho para aclarar el funcionamiento de uno entre los muchos mundos que ha habido, debería de darse el año entero, las 6 o 7 asignaturas, de Historia, o incluso sólo de Historia Contemporánea, materia casi ausente del programa educativo de este país (señal de nuestros traumas patrios). Yo secundaría que se empezara en la E.S.O., turnándose con la Filosofía que vendría desde preescolar, pero quizás sea pedir peras al olmo.

¿Por qué? Porque se nota de forma alarmante, por todos sitios, la ausencia de nociones sobre los eventos e ideas que han pasado en los dos últimos siglos. Casi le da la impresión de esa ignorancia es algo planificado. No me refiero a que se note tras cada elección de gobierno, pues bastante patente queda ya la mediocridad de reiterar eslóganes y consignas propios de regímenes que no comparten en absoluto el ideario perseguido (un votante convencido debería ofenderse por los pequeños detalles que acercan la propaganda reciente de la Francia de Sarkozy a la de Vichy, o, más cerca del caso, la última campaña de Rajoy a la de Felipe de 1982).

No, el problema no está allí, ellos tienen suficientes esbirros como para percatarse y conocer la poca casualidad de esos hechos. El problema está en que de ese bachiller tan duro de la que debería salir gente formada para vérselas con el mundo, de ese infierno académico en el que se adquieren tantísimos conocimientos de física o geografía, te encuentras que la gente de tu edad sale teniendo opiniones sobre el mundo en general que, a poco que se excavara, si se perfilaran bien y se llevaran a las últimas consecuencias lógicas, coincidirían punto por punto con muchas facetas del ideario que enarbolaban la Sociedad de Thule, JG Strijdom o Khieu Samphan, entre otros miles, mientras ellos frecuentemente creen que habitan el otro extremo y duermen tranquilos por las noches, confiando en que para ser nazi sólo hay que ser antisemita. 

¿Quiero esto decir que hay opiniones mejores que otras?  No sé, yo creo que siempre y cuando se opte por desear que la muerte y el sufrimiento de tantos millones de de personas pueda enseñar algo debería haberlas. 

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