Muñeca, ¿qué decir
de tu complexión? Eres unos de esos bombones por los que cualquier paralítico
emocional se hubiese vuelto alpinista.
Siconauta de alma
platónica y sexo aristotélico, con tu tacto siento erizarme la piel en la
distancia. Tus murmullos de gata en celo evocan en mis desnutridos tímpanos los
sonidos de la ballena azul.
No quiero hacerte
daño con mis predicciones de tahúr pero si juegas con fuego te quemas hasta las
cejas. Si te quedas demasiado colgada del Blues
de las seis tomarás un poco. Ya sabes, dicen que las caricias maternas
durante la infancia ayudan a resistir la tentación de consumir droga en la edad
adulta. Y, por lo que salta a la vista, a los dos nos faltan un par de
caricias.
He perdido la cabeza
por tu amor y, a estas alturas, da exactamente igual. Asumo mi rol: ser hombre
como estigma, como amputación biológica, como completitud del ser humano
femenino.