Las palabras destruyen al hombre como las mujeres devoran el cráneo de sus amantes.
Quizá el placer que juntos inventamos hace un año sea otro signo de libertad cotidiana pero hoy se me antoja un tótem ajeno porque vivir es jugar y el croupier siempre quiere seguir apostando.
Acabar la noche con cualquiera que dé calor es siempre mejor que quedarse a medias: aún tengo el móvil de aquella rubia y creo que no me sentiré peor tras un revolcón.
Siento que aún en días como éste el perfil de Beatriz siga persiguiéndome tras los laberintos del sueño y que no haya una mezcla química lo suficientemente efectiva para olvidarte y transportarme al reino del olvido donde el fantasma de la electricidad no aúlle sobre los huesos esqueléticos de nuestro viejo amor.