Sudando por el asombro de enfebrecer la indefensa necesitad de amor conyugal, el prófugo en la tela de araña de la mantis cayó y ésta no tardará en devorarlo.
Lástima da saber en estos ojos tan pasajeros que la simiente del labio condena a la ojeriza de la mirada del adiós.
No hay jornada de reposo ni siquiera tregua de cortesía entre dos puntos distantes en el eje de coordenadas.
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