El labio no sabe quién en el beso termina el beso como el hacedor no es consciente del fruto de sus entrañas.
Por orificios y rendijas se vacían de repente el almíbar de los timbres mientras la desnudez del silencio se disuelve en la tristeza del melancólico abandono.
De un amor tan mudo no se puede pactar el reposo mientras fertiliza lo que se pierde en la constante huida, contemplación viva de la quietud herida.
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