lunes, 15 de diciembre de 2014

Asociados.








Nos conocimos -conscientemente- conversando sobre Pink Floyd y Bowie en un extinto pub local rayando las 2am. Recuerdo que sonaba London Calling y, por primera vez, nos poníamos de acuerdo en alguna canción. Él odiaba el glam y yo jamás tragué la sobrecarga sicodélica en el rock atmosférico. 

Bebía compulsivamente una cerveza de importación y yo apuraba un whisky levemente templado. Sé que en un momento turbio de la devenida discusión musical uno de los dos hizo una breve pausa de mística química y le sugirió al otro salir a fumar "algo".

Ese "algo" resultó ser un poco de material sensible que acabamos juntando. La espirituosa tradición de "salir a..." nos descubrió compartiendo percepciones parecidas a cerca de Sartre o Nietzsche.

Al poco, nos despedimos amigablemente con un protocolario "nos vemos".

¿Quién nos iba a decir que muchos años después volveríamos a reencontrarnos una noche de navidad yendo y viniendo de la madrugada? ¿Quién nos iba a decir que íbamos a cerrar un trato histórico para nuestras vidas? ¿Quién nos iba a decir que acabaríamos siendo hermanos del alma y socios a parte gananciales? ¿Quién nos iba a decir que íbamos a fusilarnos y, acto seguido, sobrevivir a nuestra propia muerte?



       Pues sí, 


LA VANGUARDIA ES ASÍ.



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