Sabías que los amantes que no se entregan se abandonan.
Tu tersa piel desnuda de sacerdotisa de Sekhmet como una continua ofrenda de libación secreta de deidad salvaje inalcanzable en un horizonte eterno e implacable.
Si yo muriese harías de mí un surco vulgar donde vendimiarían los hombres por pereza y tus creyentes admirarían la crueldad de tu magisterio sobre la tierra.
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