Porque lo que importa es el fin y no el principio del acto, la acción no yace sino que permanece en tránsito.
En vano recorremos la distancia que queda entre las últimas sospechas de estar solos como los últimos náufragos de una pasión nosománica.
Nos mueve las raíces sin dejarnos crecer bajo el limpio resplandor de la húmeda humanidad porque el tiempo es sólo un espejo cóncavo.
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