Trofeos y laureles reptan todo un cúmulo de rostros ajenos para amortiguar la batalla disputada donde el cuerpo cercena a la víbora del entresuelo como un consorte.
Helada por la nieve de los globos eléctricos tercas simulaciones desocupan
el espacio en que a tientas intentas reinar acompañada por los violines azules que ahuyentan a cualquier corazón disciplinado.
Desguazándose en la tórrida herrumbre portuaria se enmaraña la excitación de la efigie esmeralda mayestática.
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