La historia se narra con los ojos del frío, la herrumbre del expolio nos cuestiona cada gotera de la memoria selectiva: el vacío tiempla regresos y bienvenidas si en la propia orilla cercan los lobos.
Transfigura la madrugada la tregua apacible de un regreso común: las grutas azules que pueblan nuestro cuerpo nos sorprenden de traineras y velámenes que amanecen siendo refugio cuando contemplamos los mares que se agrandan ya nuestros.
Estos siglos de expolio pusieron en los ojos una luz extraña nítidamente amarga porque el azar llega maldito restallando donde la piel de la tierra huele a ropa quemada.
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