En esas horas tibias del dolor que tanto me recuerdan a tus muslos o a tu espalda, alguna amante escribe con restos de carmín aquel epigrama de Javier Egea como una venganza: " los rojos, Claudia,/en estas noches bárbaras,/sólo somos tú y yo."
Las dos caras de la luna dejan actuar el perfil de una duda sobre el brillante mic resistiendo los encantos diseminados del carmín. Así juega el azar su papel penetrando en la humedad, sola lamiendo su sal, desnuda un mar abierto cuerpo sobre cuerpo bajo una misma piel ceremoniosa que se transplanta hacia alguna ciudad.
Jugátela un poco valiente antes de que se te pudra el corazón sobre alguna autopista de infinitos carteles.