jueves, 11 de abril de 2013

Del Apocalipsis y otros vicios (II)

La advertencia apocalíptica llega tarde y mal para la confabulación del desorden. (¿Puede apreciar querido lector la mística que le suscitan las nucleares?)
La mística nos ha acompañado, con la ayuda de la simbología, a lo largo del tortuoso camino del ser humano sobre tierra. Una mística llena de respuestas a un sin fin de interrogantes de difícil respuesta. La mística por tanto es una solución apropiada a la evidencia, cuya sentencia no deja de ser más que la verdad modulada a favor del optimismo. Si uno retrocede poco más de medio siglo puede apreciar cómo la felicidad, en su magnitud, se vendía bastante cara. Como podrá deducir mi querido iluminado, la felicidad no era siamesa con lo material y se traducía en su conjunto como un estado de plenitud.

Ahora bien, figúrese el mundo que le rodea y deduzca los condicionamientos pertinentes. Aquellos vestigios de felicidad se encadenan a una serie de productos de diversa índole. La meditación, el yoga, el Ipad... pueden ser suyos si hay dinero sobre la mesa. ¡E aquí el error! El condicionamiento por supuesto es un arma eficaz como un subsistema de aprendizaje con un fin determinado. ¿Cuál es el fin? El mercado. (Pregunte que no es mercado y acabemos antes) Luego el fin, en sí mismo queda definido pero como solución teórica y no práctica, ya que no queda ni un duro en las arcas. Ahí comienza la caída inmediata del sistema y por lo tanto el condicionamiento deja de tener sentido alguno. Quizás la huella de un pasado lleno de sonrisas vacías, caramelos o sexo barato.

De este modo aquellos seres humanos desahuciados del sistema, que caminaron sobre el vicio, ocupan el lugar del capital por la mística. (Con el peligro que ello conlleva). Una mística "progresista" de derrumbe social y resurgimiento de las cenizas, con un lema de visión cósmica además de una capacidad predictiva insuperable. Otra masa sobre la que actuar.

Es por ello querido lector que: 
La advertencia apocalíptica llega tarde y mal para la confabulación del desorden. 



1 comentario:

  1. El caos siempre termina sobreponiendose al orden.
    Para bien o para mal.

    Muaac!

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