jueves, 18 de abril de 2013

Los indios Pirahã






Los Pirahã(pronunciado  [pira'hã] ) son un pueblo amazónico que habita las orillas del río Maici y comprende aproximadamente unos 420 individuos[1]. Viven dispersos a lo largo de unos cuatrocientos kilómetros en pequeñas aldeas, pero los grupos se mantienen en relativo contacto. Su lengua es quizás un dialecto de la familia de las lenguas mura (actualmente los otros exponentes se han extinguido, así que no tiene parientes lingüísticos vivos), y se ha mantenido casi inalterada, en parte debido a una fuerte mentalidad de rechazo a las culturas extrañas. Rara vez hablan el portugués o la língua geral, lengua franca amazónica, pese a que muchos de los varones los entienden, lo que los convierte en una de las pocas tribus monolingües que quedan mundo[2].

El valor lingüístico de esta tribu es extraordinario, ya que poseen uno de los idiomas más peculiares que pueden siquiera concebir los expertos. Pero su interés no se agota ahí, sino que -quizás debido a la influencia de la lengua- son artífices de una visión del mundo y un modo de vida cuanto menos curioso. Hay que admitir, no obstante, lo inapropiado de la  expresión “curioso” cuando hablamos de etnología, y asegurar por cierto que cualquier grupo humano sobre el globo terrestre es un magnífico espejo en el que uno puede mirarse para descubrir los intríngulis de la condición humana y aproximarse a la comprensión de nuestros principio y límite (también, e incluso especialmente, el Occidente posindustrial en el que vivimos, si logramos abstraernos lo suficiente).

Empecemos hablando de la cuestión del número, que quizás pueda parecer la más chocante. Los Pirahã, al parecer, no tienen números. En su idioma existen sólo 3 palabras para definir cantidades. A primera vista no hay mucho de qué sorprenderse, ya que las lenguas aborígenes de Australia tampoco poseen numerales más allá de 1, 2, 3 y “muchos” (resolviendo cualquier cantidad superior por la suma de los anteriores[3]). Sin embargo, la particularidad del Pirahã no es que posea 3 números, sino que no posee ninguno en absoluto. Sus palabras sirven para expresar “cantidad”. Se usa una palabra para expresar “mucho” o “muchos” (hoí) y otra para indicar “poco” o “pocos” (hói). Se dice de la misma manera “muchos peces” que “un pez grande”. En ambos casos el resultado se podría traducir aproximadamente por “mucho pez”. Son cantidades relativas al contexto: diversos experimentos han comprobado que no se trata de que a partir de un cierto número fijo de cosas se aplique una palabra u otra, sino que en distintos experimentos llamaron “poco” a un pan  y “mucho” a dos, para luego llamar “poco” a entre uno y cinco panes y “mucho” a entre seis y diez (no obstante, no había del todo consenso y todos los participantes coincidían sólo cuando se iban aproximando los extremos)[4]

La tercera palabra parecía al principio indicar “mayor cantidad”, pero luego reveló ser algo semejante a “apilamiento” (que se refiere más a cómo están relacionados los objetos que a su cantidad).[5]

¿Quiere esto decir que no pueden contar objetos? En efecto. No sólo no pueden, sino que el mismo concepto de “contar” y todo lo que implica la matemática les son ajenos. La ausencia de números, según el lingüista Greville Corbett, es única entre las lenguas vivas actualmente en todo el mundo[6]. Esto ha despertado un enorme escepticismo en algunos que creen que el cálculo es algo innato al ser humano, y han pensado que debe tratarse de alguna característica genética, como si se tratara de una tribu de retrasados. No obstante, se ha comprobado que un bebé Pirahã educado en un contexto urbano se vuelve un tipo perfectamente ordinario, incluso se ha visto a alguno llevando las cuentas de una tienda[7]
Los que permanecieron en la tribu,  temerosos de que los estuvieran engañando en el comercio, trataron de aprender algunas nociones básicas de matemáticas. Tras ocho meses de estudio entusiasta, fueron incapaces de aprender a contar hasta diez o sumar uno más uno[8].

Esto podría corroborar una teoría lingüística sobre la cuestión del determinismo lingüístico, llamada “la hipótesis de Whorfiana”, que establece que la lengua que habla una persona determina (hipótesis fuerte) o bien tiene cierta influencia (hipótesis débil) sobre la forma en que esa persona concibe y entiende el mundo[9]. También podría confirmar la teoría anterior, postulada por Edward Sapir [10], de que no existe un mundo objetivo más que aquel que nuestra lengua nos permite comprender, aplicando las etiquetas que esta contiene y manteniéndonos ciegos, por tanto, a las categorías externas a ella.

A nosotros, en nuestra voracidad de todo medirlo y a todo fijarle precio, con nuestro idioma rebosante de cardinales y ordinales, quizás nos parezca inconcebible que un grupo de seres humanos no haya alcanzado algo tan natural como los números, pero ¿qué tienen de natural en el fondo? Convendremos en  el fondo en que son entidades muy abstractas. Puede que una persona no tenga necesariamente que conocerlas a menos que se las enseñen, y que no tengan por qué ser descubiertas o transmitidas de generación en generación a menos que sean muy prácticas. Y lo son, en efecto, pero en el mundo sencillo y selvático de los Pirahã pudo darse la posibilidad de que nunca hubiera necesidad de perfilar las cantidades más allá de “poco” o “mucho”, y por eso no hubo necesidad de complicar las cosas.

Esto, sin embargo, no es lo que más quebraderos de cabeza trae a los lingüistas, pues ellos han supuesto ya que pueden existir idiomas sin número ni cuantificación. Una de las teorías casi intocables entre la comunidad académica fue formulada por los eminentes Noam Chomsky, Marc Hauser y W. Fitch  en 2002 [11], en la que se establecía entre otras cosas que lo único, en definitiva, que distinguía al lenguaje humano de otros (como los lenguajes animales) es su capacidad de poseer recursividad. Recursividad significa, simplemente, capacidad de introducir gramaticalmente una estructura dentro de otra hasta el infinito. Un ejemplo muy claro es la subordinación: “Pedro cree que María opina que Pedro piensa que Juan exige que….” Teóricamente, esta estructura podría no terminar nunca.

Bien, pues los Pirahã parecen carecer de recursividad[12]. Ellos dicen “el niño es simpático”, “el niño está sobre la rama” para lo que nosotros construiríamos como “el niño que está sobre la rama es simpático”. Pese a que las conclusiones parecen terminantes (fueron descritas por el lingüista Steven Pinker como “una bomba lanzada en una fiesta”, siendo los festejantes toda la comunidad de especialistas), hay una enorme controversia al respecto de este descubrimiento demoledor, especialmente entre Daniel Everett y Noam Chomsky [13]

Es hora de hablar un poco del tal Everett. Se trataba de un profesor de fonología y fonética de la Universidad de Manchester, que hoy día es decano de Artes y Ciencias en la de Bentley. Estudió profundamente la tribu, en un principio como misionero, pretendiendo aprender su lenguaje para traducir la Biblia a este ( (había sido imposible de aprender durante veinte años por otros misioneros que habían estado en contacto con ellos[14]). Estuvo viviendo con la tribu más de veinte años, y no ha perdido el contacto[15] [16] El acercamiento a su filosofía de vida lo cambió profundamente, hasta el punto de que abandonó la creencia en Dios.
¿Qué de su estancia con los Pirahãle hizo perder su fe de misionero? Uno de los factores más importantes fue su particular concepto de verdad.

Su idioma posee un concepto llamado xibipíío. Quiere decir “salir o entrar de los límites de la experiencia”, aunque, como se imaginará el lector, no fue sencillo llegar a esta conclusión a base de conversar con ellos. Es usado tanto para referirse a un avión que aparece por el cielo, como para alguien que va o vuelve de la jungla, o la llama oscilante de una cerilla (se dice algo así como que está “xibipííando”). Otorgan una enorme importancia a la fuente de la experiencia, y 3 de sus 16 formas verbales temporales (se trata, no lo hemos dicho, de un idioma aglutinante, y su sistema verbal es enormemente complicado) se refieren a la procedencia de la experiencia que se comunica: vista personalmente, oída de otro, o deducida racionalmente de la evidencia. No admiten una fuente de conocimiento que no provenga de estas tres, y forzosamente tienen que ser explicitadas (en comparación con lo cual el resto de las lenguas son muy ambiguas). [17]

Cuando Everett empezó a hablarles de Jesús, le preguntaron si lo había visto. Él respondió que no. Le preguntaron entonces si su padre lo había visto. Él respondió no. Finalmente, le preguntaron si alguno de sus amigos lo conocía, a lo que respondió que nadie que él conociera lo había conocido, y le contestaron “¿entonces para qué nos hablas de él?”, y perdieron cualquier interés por la evangelización[18]. No obstante, según su mujer, Keren, que rompió todo contacto con Daniel -junto con dos de sus tres hijos- tras conocer su falta de fe,  el grupo no ha sido evangelizado porque el evangelio no se les ha explicado con suficiente claridad. Daniel cree que entienden su intención y su mensaje pero se consideran por encima de él, y que él no les pudo dar razones justificantes que satisficieran su noción de verdad [19], propia de un empirismo radical o de un pragmatismo como el de William James. Los Pirahã no hablan, salvo raras excepciones, de lo que dijo alguien que ha muerto, pues su contenido de verdad es difuso[20]. Tampoco usan tiempos como el pluscuamperfecto, que nos sitúa en un tiempo que está más allá del pasado, y por tanto desligado completamente del presente. 
Sólo usan los tiempos verbales que se pueden vislumbrar desde el presente, es decir, presente, pasado y futuro. Con esto se comprende mejor por qué los números, completamente exentos del entramado de la experiencia, les son tan lejanos.

Del mismo modo, no tienen dioses, aunque poseen un animismo basado en la creencia en pequeñas entidades sobrenaturales que pueden tomar la forma de cosas, personas o animales, pero no llegan a ser divinas (no debemos olvidar que uno de los usos más efectivos del sufijo verbal “lo vi con mis propios ojos” es el de mentir). Incluso han llegado a tener alucinaciones colectivas de un ser (Xigagaí) que vive en las nubes estando el antropólogo y su hija delante, sin que estos vieran absolutamente nada[21]. También se ha registrado cómo uno de ellos se disfrazaba y se presentaba ante los demás, creyendo todos aparentemente (también el actor) que era un espíritu. Es un caso de asociación de significantes preconcebidos a la experiencia, en un estado cercano al trance. [22]

Poco a poco, el misionero descubrió que la felicidad que él buscaba en la religión los indígenas ya la poseían, sin necesidad de nada más, y que radicaba en que no se preocupaban por el pasado o el futuro.[23] De hecho, ni siquiera tienen sentido de la historia ni algo tan básico como el pensamiento mítico[24]. No tienen, en otras palabras, pensamiento lineal , histórico o teleológico, ni se preocupan acerca del futuro lejano o el pasado lejano. Carecen de mitos de creación, y también de historia oral, hasta el punto de que no hay memoria colectiva más allá de dos generaciones[25], y ninguno es capaz de recordar el nombre de sus cuatros abuelos[26]. Aunque es difícil o imposible a veces introducir conceptos para los que no tienen palabras , cuando se les preguntó cómo creían que había sido creado el mundo respondieron: “todo es lo mismo”[27].  Como otros pueblos de la selva poseen un fuerte estoicismo, fruto del pragmatismo evolutivo del que vive sometido a las duras condiciones de la jungla. Sienten pena por la muerte de sus familiares y perros, pero se recuperan con relativa facilidad. No es viable dejar de cazar y atender la aldea a cada defunción, en un lugar en el que morir a edad avanzada es poco más que una esperanza. Los enterramientos se hacen con poca pompa, aunque algunas raras veces imitan las cruces que ven en los sepulcros de los brasileños, decorada con una burda imitación de escritura en portugués[28].

En efecto, sus “imitaciones” también son peculiares, pues carecen prácticamente de representación artística. Los pocos intentos que se han registrado son juguetes imitando aviones, que fabrican cuando aterrizan cerca, pero pronto se aburren de ellos y los tiran[29]. Parecen no poder dibujar más que líneas rectas, y eso con gran esfuerzo y concentración [30]. Los únicos adornos que llevan son collares, mayormente de protección ante los espíritus y con escaso valor estético,[31] y los únicos instrumentos no desechables que construyen son arcos y flechas (de gran tamaño). Los demás útiles que realizan son de corta duración. Incluso las barcas que fabrican duran poco [32], las barcas resistentes las roban a otras tribus, y siguen haciéndolo pese a que se les enseñó a fabricarlas, aduciendo que “los Pirahã no fabrican barcas”[33]. Del mismo modo, cuando se les intentó enseñar a leer y escribir aprendían con relativa normalidad, pero se reían porque decían que las palabras sonaban “como” en su lenguaje. Cuando Everett respondió que eran de su lenguaje ellos respondieron “oh, no, nosotros no escribimos nuestro lenguaje”[34]. Poco a poco fueron dejando de asistir a las clases.

Esta forma peculiar de conservadurismo proviene de una forma aún más peculiar de entender el tiempo. La de los Pirahã es sin duda una de las más originales, y resulta tan radicalmente diferente a la nuestra que cuesta representársela. También son lingüísticas sus bases, al parecer. Ellos no tienen equivalentes para palabras  tan básicas para nosotros como ”ayer” u “hoy”. Distinguen sólo tres formas de tiempo: hoy, otro día y “gran tiempo”. Hoy, evidentemente, se refiere a lo que ha pasado este mismo día, pero “otro día” y “gran tiempo” abarcan una pequeña o gran distancia temporal hacia el futuro o hacia el pasado. Es decir, que su concepción del tiempo es concéntrica[35]. Esto, en el habla, se puede solucionar especificando detalles del día en concreto, si es relevante, pero, por otro lado, se trata de un esquema tan circular que propicia que los días y el transcurso del tiempo no tengan mucha trascendencia más allá del momento reciente. O bien, nunca se sabe, fue su forma de entender el tiempo fue la que se reflejó en su idioma. En todo caso, en cierto sentido viven en un presente eterno. El poco interés por el devenir está firmemente anclado entre los valores capitales de su cultura, y presenta muchas manifestaciones. Por ejemplo, fabrican cestas en material frágil que sólo les sirven para poco más que la urgencia presente, cuando saben que con otros materiales y usando la misma técnica durarían mucho tiempo y no tendrían que estar construyéndolas afanosamente una y otra vez. Ni siquiera tienen forma de conservar la comida, cuando otras tribus sí se las han arreglado en el mismo medio.[36]

Su visión del tiempo se ve confirmada por su vida diaria: en general no se habla más que del futuro próximo (no del lejano) y no existen ritos de paso, ni ningún ritual en general, más allá de la danza, en la que no intervienen instrumentos musicales [37]. Hemos de tener en cuenta, en relación con esto, que un modesto enterramiento puede ser una cuestión práctica de limpieza del espacio público más que una ceremonia. Cada día se sienten contentos por haber saciado sus necesidades y no aspiran a otra  clase superior de gratificación [38]. Nunca se les oye decir que están inquietos, e incluso carecen de una palabra que exprese la idea de “preocupación”[39] Uno de sus principales valores es el de “no contarle al otro lo que ha de hacer”, ni siquiera a los niños (a los que se les habla como si fueran adultos, hasta el punto de que participan a veces en las abundantes escenas de sexo[40] ). Su sistema ha sido descrito a veces como comunismo primitivo, no muy frecuente en la Amazonia[41], porque no hay en apariencia órdenes ni jerarquía social (pese a que, consecuentemente, el que no participe en la caza no comerá luego). Si alguien destruye la vida de la comunidad el castigo será el ostracismo o la privación temporal de alimentarse (el asesinato es raro y para casos violentos)[42]. Manifiestan una gran paciencia para mantener su situación de paz casi perpetua, y muchos de los códigos de conducta son dictados por los espíritus, que se comunican con un individuo o con varios. Entre el ostracismo y los casi siempre acertados consejos de los espíritus se configura el sistema de coerción social, muy relajado en comparación con otros.

La igualdad entre sexos es bastante pronunciada, y hombres y mujeres cazan y cuidan la casa alternativamente (en el tema de la caza las mujeres parecen ser más aventajadas, aunque ellas no utilizan ni arco ni flecha). Trabajan unas cuatro horas al día, y pasan el resto del tiempo charlando, perdiendo el tiempo o contando chistes sexuales sobre las esposas de los otros (en los hombres)[43]. No poseen, al parecer, una estructura social opresiva. Cuando un varón y una mujer comienzan una familia simplemente se van a vivir juntos (he de notar aquí que “amor” para ellos se dice como “querer mucho”, rasgo que comparte arbitrariamente con el español, como la distinción entre “ser” y “estar”[44]). Su sentido del humor es bastante infantil, dado al slapstick, y es lo que el señor Everett más dice echar de menos de ellos[45].

En términos de valores éticos, parece serles ajeno el valor de la castidad, hablan de sexo sin tapujos y lo intercambian sin problemas por alimentos o herramientas[46]. No obstante, poseen un gran sentido del ascetismo. Duermen poco, breves siestas a lo largo del día y, menos frecuentemente, de la noche, de las que ninguna supera las dos horas por regla general,, [47] y muchas veces pasan hambre teniendo alimentos a su disposición[48]. Esto responde a una idea de lo que ellos denominan “volverse duros”: no comer ni dormir más de lo estrictamente necesario, ni querer más objetos de los que ya tienen (los objetos nuevos suelen despertar un vivo interés, pero al poco tiempo acaban tirados por ahí, por prácticos que fueran). También incluye, a veces, que personas en apuros, hasta en peligro de muerte, no pidan ser auxiliadas y que los otros, al saberlo, no actúen por respeto. Esto, junto a la poca protección hacia los niños, considerados siempre adultos conscientes de lo que hacen, ocasiona que la selección natural esté macabramente presente. Desprecian a otras tribus y otros idiomas, aunque en un principio les despierten curiosidad. A los extranjeros les confieren un nuevo nombre en su lengua, y a veces confiesan no creer que hablen su idioma incluso tras años de conversaciones con ellos [49]. Para ellos, sólo los Pirahã hablan Pirahã, y son Pirahã, entre otras cosas, por seguir una dieta particular.

Su actitud hacia los extraños es de cierto interés, mezclado con orgullo de colectivo. Se llaman a sí mismos los “erguidos” (Hi’aiti’ihi’ [50],  Pirahã es sólo para los antropólogos), y a todos las demás personas o idiomas los califican de “torcidos” o “cabezas torcidas” [51]. Muestran interés por otras lenguas, pero cuando se les trata de enseñar palabras las califican de “feas”. Actúan, en general, con la actitud del que cree tener la suerte de nacer en el mejor lugar del mundo (aunque en realidad no poseen conceptos como el de “mundo” o el de “suerte”, y sólo lo expresan alabando las virtudes del sitio tan bueno en el que viven[52], hasta el punto de creer que los antropólogos están allí por ellas).

Volviendo a sus particularidades meramente lingüísticas, la suya es la única lengua conocida que no tiene palabras para los colores (sólo se pueden expresar con construcciones como, por ejemplo, “sangre” -rojo-, “la sangre está sucia” –negro- o “no está maduro” -verde-)[53]. De todos modos, tampoco es imperativo nombrar esas divisiones artificiales y subjetivas en el espectro lumínico. Artificiales porque no existen de suyo, y subjetivas porque el dónde hacer los cortes lingüísticos entre los matices es algo que cambia según el medio en el que el sujeto se ha criado (un ejemplo clásico son los muchos nombres con los que los esquimales distinguen sin dificultad los tipos de blanco nevado)[54]. Ahora bien, esta división abstracta del espectro lumínico tiene un análogo muy significativo en la división abstracta del “espectro” de las cantidades, que en su versión más afinada da lugar al número. La diferencia es que el color es algo percibido sensorialmente, por lo que sí existe el concepto, aunque no la palabra.
Otra división de la que carecen es la que sirve para la orientación espacial. No poseen conceptos abstractos como nuestros “derecha o izquierda” o “norte, sur”. No les son necesarios porque conocen muy bien el entorno en el que viven, y se orientan señalando hitos en la geografía o la vegetación (como ríos o árboles). Es lo que se denomina “un sistema de dirección absoluta”, y es un sistema que no usa referentes internos, es decir, del cuerpo (mi derecha o mi izquierda) para orientarse, sino factores puramente externos [55]

Pero no acaban ahí las aparentes “carencias” de su lengua, que por supuesto no son tales. No tienen originariamente pasado o futuro como tiempos verbales (sólo “pequeño” y “gran tiempo”), ni lubricantes sociales de primer orden (como “hola”, “gracias” o “disculpe”).[56] Tampoco términos de cuantificación (“todos”, “algunos”..), determinantes (por ejemplo, para decir “se comió toda la carne” dicen algo así como “se comió gran parte de la carne”[57])  ni pronombres personales genuinos (siendo los que usan un préstamo del Nheengatu, una lengua franca del siglo XVII[58]). Sólo poseen ocho consonantes (siete las mujeres[59]) y diez fonemas en total, convirtiéndola en la lengua más simple que se conoce en el apartado fonético (tiene una consonante menos que las lenguas rotokas[60]).

Su sistema de filiación (reconocimiento familiar) es también el más simple que se conoce:  sólo hay una palabra para los mayores (baíxi),  otra para los hijos (xahaigí ), dos para hijo o hija (hoagí/hoísai o kai) y piihí, que viene a significar hijastro, hijo de padre o madre muertos o favorito, entre otros. Únicamente existen, pues, a nivel generacional, dos palabras para nombrar al parentesco, la generación de uno (en la que todos se llaman “hermano”) y la superior.[61] [62] El minimalismo de este conjunto de reglas permite matrimonios que en muchos otros sitios se aproximarían a lo que es visto como incesto.[63]
Su lengua puede ser modulada de muchas maneras: hablada, tarareada, murmurada, entonada o silbada. Las madres suelen enseñar la lengua a sus bebés tarareándola, y la lengua silbada está reservada a los varones, como, sin que se sepa por qué, sucede en casi todos los idiomas silbados conocidos [64]. Esta musicalidad de la lengua tiene un punto cumbre cuando uno de ellos ha tenido una experiencia que quiere contar a la comunidad. Entonces comienza a entonar, sílaba por sílaba, acentuando la musicalidad típica de su idioma, el auditorio empieza a repetirlo con una sílaba de retraso, y juntos narran la historia[65].

En comparación con tantas formas de usar el idioma, el nuestro, con todos su colores y números, puede parecernos pobre. Es verdad que también poseemos esas maneras de modular, pero para nosotros lo normal es hablar, y las demás son excepciones para ocasiones más puntuales. Frente a las acusaciones de simplicidad degenerativa que los Pirahã han recibido, Everett declara que “nadie debería extraer la conclusión de que el lenguaje Pirahã es primitivo. Tiene la morfología verbal más compleja de la que yo sea consciente y un perturbadoramente complicado sistema prosódico. Los Pirahã son la gente más brillante, agradable y divertida que conozco. La ausencia de ficción formal, mitos, etcétera, no significa que no jueguen, mientan o no puedan hacerlo. De hecho, disfrutan mucho haciéndolo, particularmente a mis expensas, siempre con buena intención. Cuestionar las implicaciones de la lengua Pirahã para el diseño del lenguaje humano no equivale a cuestionar su inteligencia o la riqueza de su conocimiento y experiencia cultural”[66] Añadamos a esto sólo que, debido al complejo sistema de sufijos verbales, cada verbo puede tener 65.536 formas distintas (el número en la práctica es menor debido a reglas de incompatibilidad de sufijos).[67]

Lo cierto es que el lingüista norteamericano y su familia han los únicos que han tenido una larga experiencia de convivencia con la pequeña tribu, y, pese a que se suele admitir la validez de la mayoría de sus conclusiones, suele haber aún mucha controversia en lo que respecta a la recursividad [68] (en opinión de quien esto escribe, lo menos fascinante de todo). No se debe, de todos modos, acusar al ex-misionero de ser el único que ha trabajado con ellos (pese a que ningún otro occidental ha vivido entre ellos tanto tiempo, se han hecho múltiples experimentos[69] y el psicólogo cognitivo Peter Gordon, de la Universidad de Columbia, los estudió durante años tras un férreo escepticismo inicial [70]). Everett, por otro lado, anima a los investigadores a ir por su cuenta a estudiarlos y sacar sus propias conclusiones, aunque, y pese a la resistencia que los Pirahã han demostrado a cualquier intento de alterar su cultura, teme la destrucción física de su entorno a corto plazo, así como el intento de inocularles una mentalidad materialista por parte de otros occidentales [71]. Por último, lo que sí está claro es que parece ser gente muy risueña y despreocupada, que vive una vida carente de aspiraciones pero alegre al fin y al cabo. Hace un par de años, el jefe de un equipo de psicolingüistas del Instituto Tecnológico de Massachusetts (que estuvo unos días cerciorándose de la verdad de algunas de las afirmaciones que usted acaba de leer) no pudo evitar asombrarse de cómo eran “la gente más feliz que he visto”[72].

Si bien ha habido casos en la historia de pueblos que han engañado a los antropólogos (muy frecuentemente con la mediación de otros occidentales [73]), a quien esto escribe le parece bastante lógico que una cultura tan conservadora sirva para justificar esa ausencia de habilidades en comparación con otros grupos humanos que les confiere un idioma tan particular, y viceversa (que una imagen del mundo tan poco flexible a adoptar rasgos de otras, influida por el idioma, sólo pueda conducir a una cultura muy conservadora). Realmente, el asunto de los Pirahã no debería de preocuparnos demasiado por las posibles inexactitudes, posibles en todas las facetas de la ciencia, respecto a su forma de ser-aunque por otro lado merecen mucho más estudio-, sino por algo muy diferente, y es el recordatorio inevitable de que aproximadamente cada dos semanas, sobre todo debido a la occidentalización desenfrenada que como occidentales y beneficiarios que somos no podemos sino catalogar de progreso, desaparece una lengua en el mundo[74]. La principal razón es la asimilación de sus hablantes a una lengua mayoritaria que les permita encontrar trabajo y medrar con más facilidad. Con ellas se extinguen tradiciones, técnicas, recetas, arte, conocimiento del entorno pero, sobre todo, claves para la auto-comprensión que sirven para todo el género humano.




Apéndice:

Si el lector tiene interés en profundizar en el asunto, la bibliografía recomendable es inequívoca: Don’t Sleep, There are Snakes: Life and Death in the Amazonian Jungle, de Daniel Everett, publicado por Pantheon Books (América) y Profile Books (UK) en 2008 (el título proviene de la peculiar manera que tienen de desearse las buenas noches). Transmite de forma muy amena, además de la información esencial sobre este pueblo, la experiencia de la vida en la selva y algunas ideas interesantes de la lingüística. No conozco traducción al español. La versión que he encontrado, en francés, se llama Le monde ignoré des indiens pirahã, y fue editada por Flammarion en 2010.
Por último, si hay interés en conocer cómo suena su lengua, en el siguiente vídeo podemos contemplar a uno de ellos hablando, con subtítulos en Pirahã. Ciertamente parece muy feliz.








                              
[6] Daniel Everett, Le monde ignoré des indiens pirahãs , Ed. Flammarion, 2010, pg 253
[20] Daniel Everett, Le monde ignoré des indiens pirahãs , Ed. Flammarion, 2010, pg 176
[21]  Daniel Everett, Le monde ignoré des indiens pirahãs , Ed. Flammarion, 2010, pg. 15-17
[22] Daniel Everett, Le monde ignoré des indiens pirahãs , Ed. Flammarion, 2010, pg. 186
[27]  Ibid.
[28]   Daniel Everett, Le monde ignoré des indiens pirahãs , Ed. Flammarion, 2010, pg. 116
[36] Daniel Everett, Le monde ignoré des indiens pirahãs , Ed. Flammarion, 2010, pg,  112
[39]Daniel Everett, Le monde ignoré des indiens pirahãs , Ed. Flammarion, 2010, pg. 351
[47] Ibid
[53] Daniel Everett, Le monde ignoré des indiens pirahãs , Ed. Flammarion, 2010, pg 161
[54] No obstante, Paul Kay y Brent Berlin, profesores de la Universidad de California en Berkeley, han desarrollado la teoría de que la clasificación de colores opera de forma similar en todas las culturas debido a las semejanzas del funcionamiento cerebral. Quizás en casos como el esquimal la diferencia se sustente también en elementos externos al color.
[55] ibid
[57] Daniel Everett, Le monde ignoré des indiens pirahãs , Ed. Flammarion, 2010, pg 164
[63] Daniel Everett, Le monde ignoré des indiens pirahãs , Ed. Flammarion, 2010, pg 124

[66] http://www.celtiberia.net/articulo.asp?id=2632#ixzz1toyL3T3d
[67] Daniel Everett, Le monde ignoré des indiens pirahãs , Ed. Flammarion, 2010, pg

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