martes, 25 de marzo de 2014

Tizas patafísicas para un martes de carnaval.








Cuarenta y tres años después, todo lo que estás haciendo huele a pólvora. Has fijado con martillo y clavos las frases de tu canción. Se sostienen sin artificio. A nadie sorprende el resplandor del edificio. Tus personajes forman parte del inconsciente colectivo de toda una nación lingüística: caricaturas rebeldes contra criaturas intrauterinas designadas por el Dedócrato del Poder Reinante.

Reptil de lupanar, ¿cómo hallaste la alquimia definitiva de la canción?  Una de tus monomanías favoritas es rendir culto a la rima de la esgrima bajo el sabinesco seudónimo de Ciudadano García. Personaje de carne hueso,reevolucionario de verdad: tábano incansable que a nadie baila el agua, sino que la revuelve. 

¿En qué mundo vivimos? En aquél que presume del delito impune. ¿Lo normal es ser narco o puta con grifa? Sí, por supuesto. Desgraciadamente se han creado (y establecido) unos modelos de esclavitud moral. No puede ser. Es un submundo alimentado por las redes sociales.

En el sacerdocio digital sobran feligreses y faltan capellanes. A esos sujetos despreciables les estaría bien empleado un escarnio público. Ahora que todo lo que era sólido se licúa, necesitamos de tus canciones más que nunca. Hiere, intriga y despista la línea de la memoria divisoria entre la vida y la muerte. ¡Qué suerte de aquél que se despoja de ellas sin miedo trémulo alguno!

A su modo, la Red recupera el sentir de la ópera Tres centavos, de Kurt Weill y Bertold Brecht, en la crisis del 29.

Es desolador pasear por Gran Vía y no toparse con los anacrónicos burdeles de nuestro corazón. Ahora todos son tiendas de bragas. Ante este holocausto silencioso de los sentimientos no vendría nada mal acallarnos. El pase del olvido son notas a pie de página cual erratas galvanizadas. Pero aun visto esto, la sinceridad puede ser a veces un disfraz. Y la franqueza, otro. El sexo con amor es un atavismo que algunos sufrimos. Un rito de paso tan convexo que se presenta cual sufismo que, a veces, quieras que no, esgrimimos.
En el pasado del escenario, tal vez, fuiste un copy/paste mal ejecutado. Hoy ya pasas de lo contempopráneo. En el asfalto plateado por la luna la huella del poeta sigue suspendida en el aire. El último demiurgo del atraco perfecto para un beso robado en la jungla de asfalto.

¿Los chicos del barrio? Todos bien. Danielo sigue encoñado con Valentina Nappi y Pedro, felizmente, arrejuntado con la última rubia con la que le perdiste la pista. 



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