sábado, 29 de marzo de 2014

La amistad de los barcos.



Carta abierta a Carlos Domínguez







  Dilecto camarada, mi currículum se dilata entre latas de coca cola con nombres de mujer y envases al vacío. 

   Bien, ¿sabes qué pasa? Que tengo muchas ganas de hacer Sevilla y cuento las horas. En realidad, cuanto antes fuera mejor. Pero no confundamos mis ganas irracionales con las posibilidades reales.


  A mí me gusta mucho el verso ese de Quevedo de "solamente lo fugitivo permanece y dura". He dedicado mis últimos cuatro años de vida a parecerme a la obra de Quevedo. No sé si lo he conseguido pero, a buen seguro, mis biógrafos tendrán suficiente material para explayarse... Yo que tantas noches atravesé en triunfo los arcos de Madrid. Yo que más que un escritor hubiera querido ser matador de toros...


  Me gustaría pensar que, aunque no sea políticamente correcto decirlo en estos días, somos andaluces ocultos. Al fin y al cabo, como Cernuda decía "Andalucía es un sueño que unos cuantos andaluces llevan dentro".


  Con la edad aprendemos a envolvernos en pliegues cada vez más ondulantes. Es decir, que la máscara se convirtó, al fin, en nuestra verdadera personalidad. 


  ¿Otra perogrullada? Blaise Pascal dijo: "Vale más saber alguna cosa de todo, que sberlo todo de una cosa". Esta afirmación nos lleva a los clásicos otra vez.  Cervantes escribía que ninguna semejanza hay que más al vivo nos represente lo que somos y lo que hemos de ser, como la comedia y los comediantes. ¿Solución aparente? Quedarse colgado como un cuadro de Umberto Boccioni en la pared de papel de nuestra amante favorita.


  En estas mis últimas horas en la ciudad que me vio crecer, pienso en ella. ¿Quién en el beso termina el beso? Nadie se conoce hasta que no se pierde en la boca de su semejante mujer.


Todo es bello en el arte cuando la crueldad es un témpano de hielo derritiéndose.





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