sábado, 1 de marzo de 2014

Cal y arena



Hijo mío, aunque yo crea que el mundo es de cal, y tú de arena,
y repugnando la arena busques cal sin tregua
(o sea yo quien sólo ve creta),
y aunque nada de eso nos quite la avenencia
-e incluso en mí siembres consuelo
al señalar la arena del suelo-,
nunca podremos olvidar la competencia
pues quizás sea la vida una reyerta
para discernir qué capricho cala en la caterva.
Y puede que de todas sea la vía más recta
la que vende opiniones por verdades neutras
y elude la modestia que el pasado enseña
y cava excusas para lo que discrepa.


Quizás en metáfora se expresa con llaneza:
se te envuelve en silencio para que descreas
de que hay horizontes tras la cerca,
de que pugnan opciones tras la veda
-si alguna vez dormiste junto a la marea
sabrás que no es pura leyenda:
resulta el agua una asesina brea
cuando en pleno mar despiertas-.

Si tu apetencia por la cal es verdadera
y su razón escapa a mi inteligencia,
¿cómo juzgar tu senda?
Pero huye del pragmatismo como si fuera lepra
pues de los últimos romanos pragmáticos eran
los que tenían sus conquistas por imperecederas,
¿no es ridícula esa creencia?

Tal vez no juzgue bien, pues la cal me altera,
pero dicen que se deposita tras el correr del agua.



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