(Quien me conoce, sabe a quién va dedicada. Y me conocéis todos)
Y allí encaramados, en el borde de aquella tapia, tuve una conversación con la muchacha gitana. Todavía no se había quitado ninguna de las flores que se había puesto en el pelo, y, al atardecer, ella era como una Venus exhuberante que resplandecía entre la pobreza y las ruinas de aquel paraje. "La primera estrella de la noche... " pensé.
- Allá va, adagio, el gato. Se mueve sin hacer ruido, y yo sueño con él.
- ¿Sueñas con él?
- Sí, como sueño contigo. Sueño con moverme sin hacer ruido y acercarme a ti. ¿Sabes? Nunca te lo he dicho, pero siempre me hubiera gustado acercarme a las personas sin rugirles. Si fuera capaz de hacer esto, entonces, cuando estuviese lo suficientemente cerca, entonces… - (reprimí una vez más mis instintos asesinos) – entonces los imitaría, supongo.
- ¿Los imitarías? Pero eso no es lo que hace un gato. La gente ama a los gatos porque, aunque se acerquen, siempre continúan siendo ellos mismos. Nadie se mueve como ellos aunque anden como humanos, aunque lleguen a admitir a humanos en sus manadas. He visto muchas personas que eran capaces de hacer eso que deseas, y creo que eran personas vacías. La gente los amaba como podían amar a un perro, pero no como podían amar a un gato.
De este modo, quedé convencido para siempre de su alma salvaje, y, al mismo tiempo, comprendí que siempre había despreciado a las personas domesticadas, a todas aquellas personas que con tanta insistencia me habían mendigado seguridad, protección, amor o cariño. Lo comprendí y lo atesoré para siempre, porque supe que, en algún lugar de su alma, a ella le pasaría lo mismo.
mohíno lloroso, insondable abismo 'jondo' y recóndito, esmeralda cetrina-glauca, tan seductor como alucinante, desasistido de cintura para abajo...de verdad.
ResponderEliminarNo (me) hallo adjetivo en diccionario alguno para esta perfección.