martes, 5 de febrero de 2013

La flauta de Pan: Análisis en profundidad de una canción, III - ¿Qué opina King Crimson de todo esto?






Recojo con agrado el testigo de la magistral aplicación del socialismo científico a nuestro enigma psicoanalítico, síntesis de teorías siempre llena de resultados gloriosos como sólo puede serlo un Wilhelm Reich tratando de provocar lluvia con energía orgásmica o argumentando concienzudamente que la svastika representa a dos individuos copulando (o un Marx violando a la proletaria que le servía los codillos con chucrut, sin ir más lejos). He decidido aceptar el difícil reto formulado por la Bestia Pop(ó) de pasar de rojo a escarlata y ofrecer una visión sobre lo que piensa otra clase de radicales, en este caso los de esa inclasificable banda británica conocida como King Crimson, cuya vida abarca desde 1969 a nuestros días, siendo los únicos dinosaurios del rock  que a día de hoy carecen de material olvidable pese a nunca lograr un éxito masivo. Su mitología es, por añadidura, una de las más complejas, caudalosas y esotéricas que caben en los surcos de un vinilo. Desde mi más tierna infancia, más concretamente en el momento en el que pasé de escuchar Starless and Bible Black a escuchar los Payasos de la Tele por eso de ligar en el cole, me ensombrecía el alma que una miniópera conceptual del calado de Don Pepito no hubiera brotado de sus abundantes y delirantes aspersores cerebrales.

Sí, sí, pensaba precisamente en eso, y no en caramelos. Todos los días. Y me preguntaba: ¿estará fuera de sus posibilidades, o requería de una cierta liviandad ante la vida sólo presente en países menos lluviosos y compositores menos inteligentes? ¿Acaso una banda que titula discos con faltas de ortografía, onomatopeyas de cuna como THRAK y Vrooom o poligoneras como THRaKaTTaK o ConstruKción no tiene suficientes credenciales? ¿Dónde quedó el Retorno de la Bruja de Fuego y toda esa bella plétora de metáforas entre Gloria Fuertes y C. S. Lewis? ¿Y esos guisos abuelíticos como las “lenguas de alondra en áspic” (no se horroricen: tengan en cuenta que la abuela en cuestión -de la que se hablará más adelante-  es inglesa)? En todo caso, quizás por mi polémica adhesión a la banda con 0,1 años, yo siempre los relacioné con la más tierna infancia.

Así pues, hemos de quitar una capa más de esta cebolla imponderable, y hacer una rápida justificación de todo lo aquí aseverado (iaseverá, iaseverá)

Eran dos tipos  requetefinos:

Bueno, está claro, clarísimo, que esos dos tipos son Robert Fripp y la-personificación-encarnada-de-sus-logros-musicales. Es que, el que no sepa verlo… Personificada como si fuera un amigo, un amante del gafotas, su único punto de apoyo en momentos tan difíciles como salir a comprar el pan, y esta personificación estaría mucho más currada que “una manera de hacer las cosas” (Fripp, 1973) o “ an absolutely terrifying  place” (Bruford, 2009).

Lo que nos empuja a tomar esta decisión son ciertas declaraciones de Fripp sobre la identidad y el sentido de su poco republicano... colectivo. Según él, el Rey Escarlata sería una velada referencia a Belcebú, cuyo nombre a su vez viene a significar "the man with an aim". ¿Y quién es ese hombre? Nótese que no se trata de "a man", uno cualquiera, humilde, entre otros, sino de "THE man". Repito, ¿de quién estará hablando?

 Qué tienen de tan finos queda evidentemente fuera de cuestión, y es la pregunta con trampa que se hacía a los nuevos miembros cuando pasaban seis meses de su entrada en el reino.

Eran dos tipos medio chiflaos / eran dos tipos desbaratos:

Aquí hay que remontarse a los albores del mundo para descubrir aquel raro e impagable álbum de letras aún whimsical y música extrañamente frívola: The Cheerful Insanity of Gilles, Gilles and Fripp. Para el lector poco atento que, siendo incapaz de captar de qué va todo esto, se pregunte por qué la canción habla de dos tipos si en realidad son tres (o si Fripp se marcó un Goskomizdat) la respuesta es mucho más sencilla: ¡nunca hubo tres tipos! ¡Ni dos, en el fondo! Y es que la verdadera dificultad hermenéutica de esta canción al adaptarla al Frippismo consiste en su insistencia en la pluralidad, que, como hemos visto, es sólo una cortinilla de humo tras la que se duchan las blancas carnes sexagenarias del sensual significado.  Aquí vuelve a tratarse de Fripp y su Propósito, por supuesto. El Comandante, poco amigo de revisionar y reinterpretar su propia carrera en la confianza de la absolución histórica (la ley kármica que acaba con los Enemigos encerrándolos en un Journey a Siberia) aquí se permite un deje de romanticismo apelando a los inicios en la Sierra Maestra, cuando todavía permitía que se le tocara de cintura para arriba.

Eran dos tipos casi divinos:

Versión de la consigna que se hacía repetir como una letanía a los subordinados en presencia de los Jefes, esto es, el Hombre y su ProyeKcto. Con esto y una pizquita de Gurdjieff y Castaneda estaban todos los ingredientes para tener al yo terreno Walking on Air como las Seagulls del cuarteto.

Si se encontraban en una esquina, si se encontraban en un café:

No, no se refiere a ese café de Castellana Grotte para el que todos estamos ahorrando para ir y coger una buena cogorza de Earl Grey bien cargado. Es una referencia evidente a esa serie de canciones de temática urbana y demente que resultan una tendencia que, Guadiana Guadiana, aparece aquí y allá a lo largo de su discografía.  Podríamos poner como mejores ejemplos Pictures of a City  o 21st Century Schizoid Man. El café, droga utilizada a toneladas por este sistema corrupto para lograr una mayor productividad a toda costa, es relacionado por esta mente maestra con la generalización de lo esquizoide de estos tiempos que vivimos, el alterado estado mental resultante descrito en la canción "Neurotica" (1982) cuando dice: "Say, isn't that an elephant fish on the corner over?!!”


Siempre se oía con voz muy fina el saludito de Don José:

La voz fina no se refiere a la clásica reluctancia mostrada por Fripp a enseñar su tímida voz, siquiera en entrevistas, sino, por supuesto, al respeto reverencial por su majestuosa criatura, cuyo diálogo vamos ahora a transcribir. Una vez están sentadas las características esenciales de la banda, los mínimos comunes múltiplos (memo acuarianismo, fingido improptu, tiranía de facto, vagas referencias a la contemporaneidad metidas con calzador) se produce el encuentro entre estos dos monstruos. Robert acude por primera vez a la Corte del Rey carmesí, a rendir sus honores. Y esto es lo que dice:

-Hola, Don Pepito

-Hola, Don José

Respectivos saludos.


-¿Pasó usted por mi casa?

Entramos en terrenos muy delicados, porque la casa de Fripp no es cualquier casa. Es comprensible que un tipo que se dedica a sacar compulsivamente fotos de su escritorio, sus espejos y prácticamente todo lo que hace en su actividad doméstica, todos los días, salude con estas palabras en lugar de ordinarias referencias al clima o un inmerecido interés por el estado de salud del interlocutor.


-Por su casa yo pasé

Es decir, consultó DGM en la pausa del desayuno (o le da el sí como a los locos). Es paradójico que el guitarrista salude a su engendro de esta manera, ya que, como sucede con otros iluminados de la exposición del ojete por el Internete como Neil Gaiman, ha sufrido un brutal descenso de su actividad creadora (y no, Jodo, no me valen excusas, que te quedan por lo menos cuarenta años) al descubrir la hoguera de neuronas. En el caso de Fripp, se da una extraña coincidencia entre el inicio de sus reportajes de escribanía y el abandono de la actividad genuinamente crimsoniana, hasta el punto de que en su penúltimo proyecKto (2011) le dedica a su guarida una canción, de título This House.


-¿Vio usted a mi abuela?

-A su abuela yo la vi

Para entender esta oscura referencia debemos remontarnos a 1970, cuando se firmaba una canción conocida como Happy Family. En ella se canta con un tono como de regodeo a la extinción beatlelesca (Happy family one hand clap, four went on but none came back), describiéndolos profusamente como una red de relaciones familiares en una farsa chirigotesca perfectamente prescindible. Dentro de este contexto, el apelativo “abuelesco” (granny, en inglés original) ha de ser desenterrado como ese velado “fuck” en boca de John Lennon durante los últimos tiempos sórdidos de los Beatles, cuando le daba por escupirlo a diestro y siniestro ante la tendencia imparable que abanderaba su enemigo Paul desde el pérfido When I’m Sixty Four de hacer cantinelas para blandos oídos seniles, carentes de todo sound collage (hasta el año 2000 anduvo tratando de evitar lo inevitable).

Con esto, la intención de Fripp es clara: reivindicar la ligazón directa con estas ínfulas experimentales surgidas del corazón de la música popular, de cuyos resultados, sin embargo, siempre se burló (Paul es cifrado en Happy Family como “Judas”) y de las que se considera el más acabado y legítimo exponente.


-Adiós, Don Pepito

-Adiós, Don José

Una vez agotados los dos únicos temas que le atraen, su casa y por qué él es el quinto Beatle, Fripp despacha a su invento y se despide con un “hasta quién sabe cuándo” tras peerle un par de ProyeKctos en  la cara. Y nosotros, pobres Waiting Men, mientras él envejece, seguimos esperando que empiece el torneo.

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