miércoles, 7 de septiembre de 2011

Liturgies intimes: versi prosaici.



¿Acaso el egregio esquema trazado de la homogeneización cultural a escala universal pude/debe darse por fracasado? ¿Has de proseguir hostigándose entre cenizas y rescoldos? ¿Es pretencioso respetarse y desechar la chusma? ¿Occidente u Oriente? La respuesta (por activa y por pasiva) resulta obvia (viciada y estancada por tan adulterada como la Liga española –taimada por la escuela de teatro culé, patrocinada por la burguesía catalana mediante-): mi higiene mental me lo tiene prohibido (hecho miga para el arrastre cascado por oquedades como bolsillos sin fondo).

Con alivio y humillación asentimos aterrorizados aceptando la apariencia de las ficciones bajo el friso clásico del mito se barajó la intención retórica sin una eternidad perenne, sin un translúcido espejo delicado y anónimo de lo que rajó la materia sagrada de las almas (…resumiendo: la historia universal es consecuencia degenerada y en ella nuestra flemática historia).

A quienes este destino de nuestros tiempos les resulte insoportable aconsejarle que, misericordiosamente (no se nos ofendan corderitos de leche), se acojan al seno de la ermita más próxima (su estado de ánimo se lo recompensará si la dificultad de su intelecto se enmienda en un esfuerzo)…Esto es algo muy distinto del simple olvido de la honradez intelectual originado en aquél que haya perdido el ánimo que se requiere para comprender la propia postura fundamental, personal y, por qué no, intransferible (procurándose la obligación de relativizarla por la vía redundante).

Puesto que no es posible un crecimiento infinito en un planeta finito sepultar entre escombros los remordimientos tiene algo de lenguaje venéreo intravenoso: porque de todo lo vivido, de todo lo perdido a penas sobrevive la sombra de un instante (las ciudades que un día quisisteis compartir, todos los planes irrealizables con los que fantaseabais desde la glorieta de Atocha, el hallazgo del sonido y el idioma del amor después del amor, una estrofa simétricamente atractiva, la aritmética del aullido como un relámpago, el fuego eterno del verso épico, un quejío en su sitio, un riff caliente, un fraseo escalofriante, la belleza sobre el mic).

Tras tan sucinto exordio (introito argénteo), ya constaba mi admirado (y loado) Carlos Boyero que la carne trémula de la semioscuridad fílmica, desgraciadamente, no transciende en esplendor la expectativa de la realidad: "El perverso Truman Capote fue menos complaciente con Holly. Jamás hubiera acabado su cuento moral con Audrey Hepburn empapada de lluvia y susurrando: "Gato, gato" mientras que George Peppard la observaba con rendido amor".

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Un buen sabor de boca: Prince - Purple Rain.

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