Te tumbé
sobre la cama de otro.
A veces pienso
que las lineas de mi mano
jamás sabrán responder.
Te desnudé,
sin ser consciente,
mientras jugaba con tu piel.
Logré
la unión de mis fantasmas
al lado más bestia
de este festival.
Aunque el viento era cálido
y tú no recordabas mi nombre,
sólo el brillo tras tu abrigo,
cuando llegaste a la fiesta,
imantó los consejos
de quien quiso salvarme.
Nos secuestramos
y acabamos en la cama
de cualquier otro que lamía
tus penas.
Fui
un descarado
que tentaba las virtudes
de tus curvas.
Acabamos
en demolición
una y otra vez.
En el equilibrio imposible
de los animales domésticos.
Saciados,
entre las sábanas de otro,
acechaban las respuestas
a la aflicción,
fundida ya
con nuestro juego.
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