Los mercenarios de la
verdad están de enhorabuena: todas sus fechorías les salieron gratis. ¿Cómo es
posible que ni siquiera teman por sus pescuezos en el día a día? Simple: estos
indeseables conviven con una pusilánime sociedad secuestrada por malhechores
miserables.
Los mercenarios de la
verdad se pavonean por el centro de las ciudades dejándose ver alegremente
porque en los suburbios la mediocridad pregonada desde sus instancias
tecnoburocráticas ha triunfado por goleada. ¿Cómo es posible que ningún ciudadano
les insulte a plena luz del día? Simple: estos hijos de Satanás controlan el pastoreo sin necesidad de imponer
mordaza o ley alguna.
¿Hasta cuándo perdurarán los mercenarios de la verdad?
Hasta siempre.