Cuarenta y tres años
después, todo lo que estás haciendo huele a pólvora. Has fijado con martillo y
clavos las frases de tu canción. Se sostienen sin artificio. A nadie sorprende
el resplandor del edificio. Tus personajes forman parte del inconsciente colectivo
de toda una nación lingüística: caricaturas rebeldes contra criaturas
intrauterinas designadas por el Dedócrato
del Poder Reinante.
Reptil de lupanar,
¿cómo hallaste la alquimia definitiva de la canción? Una de tus monomanías favoritas es rendir
culto a la rima de la esgrima bajo el sabinesco seudónimo de Ciudadano García. Personaje de carne
hueso,reevolucionario de verdad: tábano incansable que a nadie baila el agua,
sino que la revuelve.
¿En qué mundo
vivimos? En aquél que presume del delito impune. ¿Lo normal es ser narco o puta
con grifa? Sí, por supuesto. Desgraciadamente se han creado (y establecido)
unos modelos de esclavitud moral. No puede ser. Es un submundo alimentado por
las redes sociales.
En el sacerdocio
digital sobran feligreses y faltan capellanes. A esos sujetos despreciables les
estaría bien empleado un escarnio público. Ahora que todo lo que era sólido se
licúa, necesitamos de tus canciones más que nunca. Hiere, intriga y despista la
línea de la memoria divisoria entre la vida y la muerte. ¡Qué suerte de aquél
que se despoja de ellas sin miedo trémulo alguno!
A su modo, la Red recupera el sentir de la ópera Tres centavos, de Kurt Weill y Bertold
Brecht, en la crisis del 29.
Es desolador pasear
por Gran Vía y no toparse con los anacrónicos burdeles de nuestro corazón.
Ahora todos son tiendas de bragas. Ante este holocausto silencioso de los
sentimientos no vendría nada mal acallarnos. El pase del olvido son notas a pie
de página cual erratas galvanizadas. Pero aun visto esto, la sinceridad puede
ser a veces un disfraz. Y la franqueza, otro. El sexo con amor es un atavismo
que algunos sufrimos. Un rito de paso tan convexo que se presenta cual sufismo
que, a veces, quieras que no, esgrimimos.
En el pasado del
escenario, tal vez, fuiste un copy/paste
mal ejecutado. Hoy ya pasas de lo contempopráneo.
En el asfalto plateado por la luna la huella del poeta sigue suspendida en el
aire. El último demiurgo del atraco perfecto para un beso robado en la jungla
de asfalto.
¿Los chicos del
barrio? Todos bien. Danielo sigue encoñado con Valentina Nappi y Pedro,
felizmente, arrejuntado con la última rubia con la que le perdiste la pista.