Vivimos años zafios y
horteras donde el mediocre es premiado por el target democrático. Vivimos años
pueriles donde el mediocre es recompensado por su canibalismo. Vimos años
terribles donde el mediocre es acuciado a seguir dando la tabarra. Vimos años
horribles que ya son más que una década.
El gusto por la
estética se nos languideció en el rodal del gusto. La amnesia en el cielo del
paladar sabe tan mal que los desmanes de la posmodernidad son un cuchicheo de
marujas al lado de esta nadería disparatada en la que se convirtió cada
manifestación artística.
Es irresponsable
culpar únicamente al hombre público del deterioro ético donde todos buceamos
lodificados. Tal vez sea la inexistente identidad folclórica ramificada en el
ser profundo. O, quizá, algo más peregrino: el mundo ya fue.