El Poder con mayúscula tiene rostro humano
y se manifiesta a plena luz del día. El secreto es consustancial con su
existencia en la lógica del delirio de los grupos terroristas y las mafias. El
intrincado territorio de la verdad esconde sus propias demarcaciones.
Todos representamos
un papel en nuestra vida cotidiana. ¿Teatro
y vida son caras de una misma moneda? El antiguo concepto de theatrum mundi sigue tan vigente que
solo con abrir una pestaña digital y pajearnos de contento es igual al recto
renal del homosexual medio. ¿Solución aparente? Quedarse colgado como un cuadro
de Umberto Boccioni.
Algún erudito
expondrá el poder invisible ante las témporas del aristócrata tomado por la
conciencia pura. El director, entre miles de hilos ocultos que atan unos
hombres a otros, asevera que los secretos son intérpretes invisibles de la
historia universal: traductores a tiempo parcial que remueven, entre escombros de remordimientos, el mundo
económico desde lo político-militar.
Así pues, a diez años de la
pulverización, la inmolación de la propia identidad es el reflejo global del
mercado local.