martes, 10 de septiembre de 2013

LA PÍCARA DEL RECLINATORIO

La pícara del reclinatorio acude todos los domingos a misa como una buena cristiana. Atiende los sermones de Juan, el sacerdote, con una ilusión y un esfuerzo casi divino. A la pícara la conocen todos los lugareños por su fidelidad a la santa iglesia, su generosidad en el cepillo, y claro está, su asiduidad a la casa del señor, que no vio mujer igual desde tiempos de Alfonso XIII.

Es conocida también la pícara por ser la mujer más escrupulosa de la región, con comportamientos tan pulcros como extraños.

Era tal la obsesión por la limpieza de la vieja mujer, que mandó a pedir un reclinatorio para uso exclusivo, a una tienda de la capital.

Desde entonces es habitual ver a la buena pícara, bajar la cuesta real y girar en la calle del Pilar con su reclinatorio bajo el brazo. Camina lentamente pero sin pausas al canto mudo de una copla.

Los vecinos cada vez más numerosos, se agolpan en las calles para ver cómo aparece la pícara que parece ajena a todo. Es inconcebible para una mujer de su edad caminar con esa carga y ese tesón, si no fuera por gracia divina. Y es que no tiene más remedio ¡Un auténtico milagro!

La pícara del reclinatorio se siente feliz en su penitencia, tanto que el otro día fue a hablar con Juan, el párroco del pueblo, tras meditar durante tres noches de insomnio:

- Dígame señor Don Juan que si para mi llevar el reclinatorio no es un mal sino todo lo contrario ¿No pudo ser feliz nuestro señor Jesús llevando su calvario?



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