sábado, 30 de junio de 2012

'Ex nihilo: halografía de la inopia' #9


Sálvate de la idiocia que abotaga: sabes (perfectamente) que te enfangas (desangelado) en un momento desesperanzado, asfixiado por un mundo cansado, rodeado por un motón de mierda. A buen seguro, aprietas duro la mandíbula y sueñas con prender fuego al planeta. Sé que estás harto de andar dando palos de ciego deambulando por el vecindario sin encontrar un milagro que calme los nervios. Olisqueas el trasiego de algún medicamento que inmole por dentro rápidamente consumiéndote hasta desaparecer. Ya, sé que es cruel. Empero, compañero, la trampa mortal o la asunción virginal no teletransportan a ningún lugar situado en la referencia de cordenada “girar en la segunda estrella a la derecha, volando hasta el amanecer”.

Alienta al prójimo cuando éste sediento se desmaye en mitad del desierto. Acércate, acarícialo, ofrece tu agua y tu alimento, guarécelo del sol, sé su buen samaritano (o su harén de gracia)…: proporciónale cuanto necesite para emprender de nuevo el camino combinándole los utensilios y aparejos que más fructíferos le serán en el recorrido venturoso. Empero, compañero, no seas presuntuoso en tus servicios ni consejos… Él (y sólo él) debe reconocer (en lo largo y ancho del periplo) dónde encontrarse y establecer -entonces- su oasis.

Lame la ausencia con la boca abierta (y los labios sin cabeza) hasta desfallecer de culpa y/o placer. Libera tus manos, suéltate el pelo, descálzate, canta bajo la ducha a pleno pulmón hasta achicar el aullido del fantasma de la electricidad sobre tu nuca. Acurruca (meciéndole, empequeñeciéndote) la sombra de tu bebé.

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