Animus iocandi.

“Comencé entonces con gran prudencia en mis lecturas de tarot, cuando el consultante se preguntaba cómo solucionar un problema, a recetar actos de lo que llame ‘Sicomagia’. Para que su primitiva terapia funcione, el curandero, apoyándose en el espíritu supersticioso del paciente, debe mantener un misterio, presentarse como propietario de poderes extrahumanos obtenidos por una secreta iniciación, contando para curar con aliados divinos e infernales. Los remedios que da deben ingerirse sin saber su composición y los actos recomendados deben realizarse sin tratar de saber el porqué. En la ‘Sicomagia’, en lugar de una creencia supersticiosa, se necesita la comprensión del consultante. Él debe saber el porqué de cada una de sus acciones. El sicomago de curandero pasa a ser consejero, gracias a su receta el paciente pasa a ser su propio sanador. Esta terapia no me llegó como una iluminación súbita sino que se perfeccionó en el transcurso de muchos años”.

El párrafo anterior pertenece a una extracción del libro ‘Sicomagia’ de Alejandro Jodorowsky: esencia lisa sobre la porosidad absurda de los espejismos refractarios que la complejidad dilata y dispersa en la densidad óptica por extracción y separación de pigmentos fotosintéticos.

Sabemos que debemos identificarnos con las cosas como la interfase en coeficiente de reparto inmiscible a la lixiviación de la anécdota si la concreción sinérgica de la diosa madre exégeta y sacramental cuando el sueño se convierte en canto a pesar de la propagación del Dagor Dagorath: tras la segregación del ego prescinde de la trascendencia ilusoria de la imagen asertiva y asiente frente ‘El estadio del espejo’ de Jacques Lacan.

Hoy la velocidad con que cada presente actual desplaza al inmediatamente anterior se ha hecho tan vertiginosa que todo, hasta lo más cercano, se convierte al instante no ya en antiguo, sino en remoto. Luego, si como afirmaba Sigmund Freud a su discípulo Erik Erikson que la capacidad de amar y de trabajar constituyen los indicadores que jalonan el logro de la plena madurez, la población que nos ocupa (estratificándonos) jamás experimentó periodo de lactancia alguno puesto que de deficientes infantiles por doquier encontramos en superficie sin excavar: testimonia la posesión de la gracia a través de la acción, y una acción que se aplica sobre una sociedad en proceso de putrefacción.
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