Nuestra estructura
sociopolítica no solo está obsoleta sino que además nos encana con todo el
equipo.
A toro pasado la melodía del silencio pesa como un
mal chiste o una calumnia indigesta. Examinamos los posos en el fondo de la
taza de café como un cafeomante.
En el reparto del desastre
tocamos a más de lo que nos correspondió en su día en el reparto de beneficios.
¿Qué parecemos? Una sociedad jactada de sí deglutiendo sus excedentes.
La irrepetibilidad de los perfiles
psicológicos de los sujetos prefiere ahora concebir las
organizaciones democráticas como redes o anzuelos. Queda su ejercicio relegado
a la actitud emocional del más vulnerable
de los eslabones del sistema.