Vamos de sentencia
golpista en sentencia golpista. Para esta breve historia del país de la piel de
toro habrá que explicar por qué los tardohipsters y las vírgenes veganas crecen
como enanitos en este circo cada vez más cuadrado y escuchimizado. Por su
cuenta y riesgo, la jurisdicción brilla por su ausencia y la moralidad es a la
legalidad lo que un etarra que se postula a aspirante a nobel de la paz.
Los futuros
habitantes que medren como ratas o víctimas del neofacismo se las verán y
desearán para poder si quiera respirar. Por ende, los relegados al exilio
(digno o no, elegido o no) tartamudearán las razones del debacle ético de la
trágica trama.
¿Algo más? Sí, ojalá
la sangre no llegue al río y, por favor, haya suficientes ciudadanos aspirantes
a ganarse su propia libertad sin chantajear a sus iguales.