Si eres firme en tus
convicciones jamás importa el hecho de naufragar. El estado perdurable es la
desdicha más palpable para un mortal.
Asimismo, el circuito cerrado del happening permanente que resulta
nuestras vidas en La Era del Vacío se
nos atraganta como un remanente de silicio cuando un alprazolam es un alivio de vértigo.
Y ante tales circunstancias el mísero
guionista únicamente puede fantasear para redondear el vacío existencialista de
su actor fetiche con la recurrente pregunta "¿quién será el siguiente?"
A raíz de esta aparente nimiedad manida me
gustaría compartir una anécdota que viene al caso para lustrarme los zapatos. Escuchaba
The Who la otra tarde mientras
anochecían los destellos de recobrada jovialidad que engalanan la alfombra de
mi fortificado cántico. Bien, a lo que iba, la banda había cumplido su primer
ciclo grupal y escénico tras capitalizar el rock animal en Woodstock. Venía
recién del directo en Leeds y traían jugosas canciones en el zurrón. Pasaba del
cartón piedra compositivo al umbral de latón que embrañaría el primitivismo
sofisticado que derrocharía en los setenta.
Obviamente el sagaz lector-oyente-roquista conoce al dedillo el álbum que me encendía
el bocho: Who's Next. Nueve canciones
dispersas al servicio de un disco con atmósfera conceptual y escenarios de
altos vuelos pop. Pete Townshend revolvía cada célula de mi recobrada memoria
sentimental. La guinda la puso John Entwistle, uno de mis bajistas rock preferido, con 'My
wife'.
Afortunadamente sé desvariarme por
consentimiento facultativo del altísimo
Robert Johnson. Transcendentalmente estoy en un apeadero reposado y
transitado por Juan Eduardo Cirlot. Milagrosamente parezco disfrutar de una
inagotable salud de hierro patrocinada por Al Pacino.