Uno no planea lo que va a hacer en demasía.
Debería, pero no. Convendría concertar órdenes y planos pero, ufano, cree que
éstos limitan el guión trazado de su destino inquebrantable. Podría llegar a
ser inquietable romper lo inmutable para la razón del ser. Tal herejía violaría
su corazón ligero y férreo a compromisos elevados.
Uno atiende lo inmediato porque en la
velocidad decimal del tiempo presente nos distrae regiamente hasta el agujero
negro consciente. Retorcería hasta el concatémero si disimulara su termómetro
vital. Conquistaría La Isla Grande de Tierra del Fuego o
preferiría naufragar en los mares del sur o estrellarse con el vuelo 815
de Oceanic.
Uno pretende deshacerse de compromisos y
obligaciones escuchando Chocolate Jesus.
Uno se hace de rastrojos y enfisemas. Uno se arroja al vacío con los ojos rojos
de seguridad kamikaze. Uno vino al mundo para montar una banda de rock y
perderse por las autopistas del alzheimer.