Como una pena en
silencio la muleta busca su sitio aupada por la espada y la urgencia. Espera
poder brindar un instante de eternidad entre la celeridad del nervio y la
ausencia de materia tangible sobre el capote de torero.
Así, el tendido será un hospicio rendido al
hijo pródigo que, desprolijo, aupó a la gloria la luz de candil fulgurante que
es el corazón del pueblo. Éste, soberano por libre y sensible al arte
penitente, dará cobijo a su héroe proscrito frente al escoria reglada que,
ferozmente, lo acusa de peregrino o asesino.
Despacio, libre por absuelto, coronará su
adalid con los amuletos egregios que sus amantes donarán. De perfil al espacio,
el tiempo del matador sicomágico se reafirma escurriéndose por la esgrima de la
rima.