Tu cerebro es una
explosión en combustión permanente. El metal se grava y el alcohol fermentado
se estila. Y, en fila, nuestros sentimientos cicatrizan los gravámenes que nos imponen por amarnos sin posesión ni
vanidad.
Te sienta bien ese fino abrigo permeable de
plástico que finge ser cuero. Hace juego con tu pelo azabache. Y ese rímel azul
petróleo acentúa tus poderosas pupilas. Sí, damisela, esta noche luces fractal.
Cuela que voy pasado y no sé disimular las ganas que te tengo. O se me apagan
las pilas o me lanzo a devorarte el cuello o me largas. O me vengo abajo o la
libido se apodera del lívido drácula
dragoniano que llevo dentro. O te entro o me espabilas. Ni siquiera
quisiera pensar en tus erectos pezones lilas. O nos escracheamos e incendiamos
el piso o alguno de los dos asumirá el rol de Burroughs con Joan Vollmer.
Te mueves con agilidad hacia la puerta y noto
que se aproxima una tormenta. Yo podría sujetar las velas y tú probar a
encharcar a este golfo de sombras.
Venga, morena, necesitamos un gol y
resolvemos la prórroga.
Nena, ni tú eres Courtney Love ni yo Kurt
Cobain pero los dos conformamos un buen error.