Karl Lagerfeld sabe
perfectamente que el solo final de Mick Ronson en Moonage Daydream fortalece más el espíritu doliente que la
extinción sicoanalítica de Erich Fromm.
El verbo siempre suele ser la clave del texto
si el adjetivo nominaliza la llave del pretexto. Sabedor de ello, Jean Cocteau
guardaba las formas cuando la alfombra del infierno en coda transparentaba la
secuela del rapsoda.
Así, todo samurái enfebrece el dolor crónico
que tiende al monopolio de la razón por la limitación en la abstracción.
Con esa apariencia de especial fortaleza,
alguien velará por el recuerdo de un Montparnasse encendido desde el rescoldo
del taller de Modigliani.