Todo hombre digno de ese nombre
sabe que Andrómaca viste a los hijos de un siglo golfo
allá en el arrabal laberíntico y fangoso,
mientras acunadas sus amantes duermen sobre cualquier lecho.
Andrómaca sabe de los inaccesibles clandestinos
cuando glorifican la muerte en divanes gélidos,
con sed de tronos y proezas expiadas
en una lozana infidelidad divina.
Son tardíos los versos muertos
de profetas sin cúspide ni sepulcro
cuando desgañitados ensalzaron en la memoria
la causa armónica de los hombres muertos.
Abrazos a un rumor germinal
deambulan los impedidos olvidados,
erráticos en la abotargada ciénaga,
con zancadas que atenúen el barro a su traje de santo.
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