Dentro de un proceso penal estándar el
imputado duda de su propio abogado por sinrazones varias. Extraordinaria es la
impaciencia del sujeto si la pavura del proceso está más o menos justificada a
pulso.
Para el insulso espectador todo hecho
putativo se presenta lucrativo si la oferta supera la demanda. Por ahí, si el
interrogante despejado fue exonerado de facto no renta tanto como la preventa
se enfanga en el barro.
Mirando lo que nos rodea uno reza por la
cetrina del embargo... Mientras tanto, amargo en su descargo luce el incólume
inocente.