Administrando las horas de vida,
en ese edén de huéspedes huraños,
voló lejos la cúspide del orgasmo
con las alhajas y carmines rojos.
El engendro en la anhedonia,
mudo tiende las telas quejumbrosas,
sobre los restos de las musas del antiguo olimpo
que huyeron lejos de esta miasma infecta.
Sólo entonces adorarás a un insecto,
impregnado en vuestra carne,
que será el fúnebre corcel del estandarte
cuando con marcha lenta deslumbre al fuego del viejo abismo.
Morirás como todo, aunque con voz de reina
evoques minutos gloriosos, llenos de dicha
para engañar a tu cuerpo, la pronta emancipación
de los versos y coronas del humor vagabundo
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