El templo dilapidado respira el mármol sobre la boca sepulcral del ídolo tentado a esparcirse
beatíficamente.
El poeta provoca con
acero desnudo el lento consumo de la ceniza en decadencia donde domina el
naufragio supremo y único del mástil.
Por la neutralidad
del abismo reconoces este museo de arcángeles disecados.