No sé cómo
explicarlo…Tal vez el símil más apropiado fue el resumen que Alfredo Relaño
hizo en la ida de la última Supercopa: “en boxeo se llama 'lucky punch', golpe
de suerte. Ya saben: el boxeador que flota por el ring, llevándose golpes y sin
saber dónde esconderse pero, de repente, suelta una contra inesperada que pone
al rival poderoso en la lona”.
De
ahí que la reducción al absurdo de una frase que uno ha dicho coloquialmente te
situará en el centro de la diana del escarnio o en pingüe pódium del oráculo “hashtageado”
(esto es en paladín: ser etiquetado/marcado/registrado como la pata de un cerdo
o la oreja de una vaca o la cruz gamada sobre el pecho del teólogo de la
liberación más expuesto y nefasto…).
Si como afirmaba
Sigmund Freud a su discípulo Erik Erikson que la capacidad de amar y de
trabajar constituyen los indicadores que jalonan el logro de la plena madurez,
la población que nos ocupa (estratificándonos) jamás experimentó periodo de
lactancia alguno puesto que de deficientes infantiles por doquier encontramos
en superficie sin excavar.
Por ello, el poeta Lucrecio atribuye
al nacimiento al compararlo con un naufragio: “Y el niño, semejante al
marinero/que a la playa lanzó borrasca fiera,/tendido está en la tierra, sin
abrigo,/sin habla, en la indigencia y desprovisto/ de todos los socorros de la
vida,/desde el momento en que naturaleza/ a la luz le arrancó con grande
esfuerzo/ del vientre de la madre, y llena el sitio/ de lúgubre rugido como debe/quien
tiene que pasar tan grandes cuitas”.
Así, la lengua es un embudo que mutila las
percepciones. En una de las viñetas de El Roto en El País se decía que “la realidad es una alucinación colectiva”:
percibimos lo que llamamos realidad pero la percepción es personal siempre,
nadie percibe de la misma forma; sabemos que, cuando vemos y oímos, nuestro
recorrido cerebral ni es igual ni tiene la misma intensidad, pero hacemos que
todas las percepciones lo parezcan, pues las metemos en el mundo de la lengua y
las transformamos en abstracciones, palabras. A medidas que avanzamos, las
percepciones se pueden hacer más complejas y las abstracciones también. El
camino de la abstracción es un camino lingüístico y un camino de desarrollo
mental, por eso es fundamental desarrollar esta capacidad.