Por las calles de la ciudad que
me vio pasar indiferente noche y día hay interminables arañas de vidrio que
taconean frente al gran espejo interior devolviendo la imagen de su rostro de
piel a jirones mientras mi voz se ahoga a causa del sudor de los párpados de
Lucía.
Sé que hay problemas de nariz y
garganta que me van a reconciliar con el mundo.
Me molesta vivamente la torpeza
de la intolerable irresponsabilidad de bohemia y aventura.
En la biografía de un escritor
lo mejor no es la crónica de sus aventuras sino la historia de su estilo. A fin
de cuentas uno no empieza por tener algo que escribir y entonces escribe sobre
ello, sino que es el proceso de escribir propiamente dicho el que permite al
autor descubrir lo que quiera decir. Luego uno deja de ser el fracaso de una
eventualidad para ser sinónimo de literatura.