Dicen que existe la
paz en los verdes campos del Edén y que debes morir para averiguarlo. Porque la
realidad y el deseo rara vez se miran a los ojos a la vez. El ser humano está
con la carta echada viéndolas venir. El primer error mortal fue intentar llegar
a la Luna. Sólo somos trenes de cristal en cualquier apeadero.
El Armagedón se ha
aplazado, es tiempo de auténticos héroes, verdaderos combatientes de las
colinas en Vietnam. Considerables pistoleros de la selva cosmopolita que
enfundan las AK-47 para acabar con el francotirador escurridizo.
Yo no soy el resto
que dibuja el carmín de tus labios ni aquel extraño nombre que rumia tu alma
sumisa. Hundirme en la delicia sutil del horror tras la frescura
del crepúsculo latente se antoja un abandono apacible.
Hasta el exilio inútil resplandece el vuelo
de la transparencia. Repuchado en el
banquillo es gozoso ver cadáveres pasar frente a la puerta de mi hogar
aristócrata. Incólume e intacto nunca se duerme seguro de hacer lo correcto.
Pasar la vida
negando la propia condición de diletante no deja de resultar paradójico en un
funambulista profesional. Jamás se planea para uno mismo el
mito del equilibrista-autista solitario y nocturno recostado a la sombra
cambiante de una mujer soleada.
Nada me espolea.
Nada me interesa. Tal vez sea hora de reconocer que quizá la vida no sea
aquella perla reluciente que imaginaba.
Sé que lo que soy y
lo que tengo sólo serán sombras.