Dos meses y doce días después de la muerte de la reina madre, su hijo depositaba flores azules en el mausoleo familiar. Inclinándose como de costumbre, rezó buscando respuestas a los ojos eventuales de testigos que no daban crédito de su fortuna ante tal inesperado encuentro.
Príncipe mío, ¿tienes ataúd?
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