Pasamos de la mano frente a la vieja
biblioteca
De la que se desprendían ladrillos y
hollín
Entramos al patio de árboles
serenos
Nos sentamos a la dulce sombra de las glorietas
Los pájaros repiqueteaban
Y dentro del búnker se escuchaba un
tenue hilo
De canciones de baile
Nos pusimos a tono, y empecé a lamer
uno de tus piercings
Nos
revolcamos, oliendo a pasto
Ta sostuve, te alcé, te vi un segundo sobre mí, sonriente, y detrás el
cielo
La canción había cambiado
Te ayudé a levantarte, te sacudí
guijarros de la espalda
Seguimos el camino herboso, en
silencio
Buscando un sucio lavabo en el que
poder echar una cabezadita.
Echar una cabezadita en un sucio lavaba suena terriblemente encantador.
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