Aunque no lo crean quien crea dinero en un
país son sus empresarios y la masa popular que los sustenta. Aunque no lo crean
las ciudades se mantienen gracias a la ambiciosa inteligencia de distribución y
ascensión de sus habitantes.
Ante la falacia del reparto equitativo por
parte de una casta política no queda más alternativa que achantarse y plegarse
o asumir el derecho a la ciudadanía. Ganarse ese precepto implica madurar en
razón y gobierno. Valerse de ese precepto es un ejercicio liberador sólo en
manos de unos exclusivos elegidos.
No es vitalmente necesario haberse leído Peri
physeos de Anaxágoras para entender que sin haber recibido la
proporcional paideia ningún sujeto
será animado y, mucho menos, valeroso en su desarrollo.
No es sustancialmente accesorio recordar que
el ideal emancipatorio de justicia a través del progreso es residuo en barrena
si un pueblo inculto no es amaestrado por la mano suave de un padre escultor de
su tabla rasa.