L- ¿Qué hay de tu penitencia? ¿Te has confesado ya?
F- Claro ¿Ante la espalda o la pared?
L- Ante quien te diera menor castigo.
F- ¿Me excomulgas?
L- Lo consultaré con tu mudita, tal vez regurgites ostias.
F- Siempre que confieso me doy la absolución.
L- Debiste ser cura pero tu promiscuidad te dejó demasiado
solo en los momentos claves.
F- Confieso mi debilidad de cintura para abajo.
L- Das pena. Hace días publicaste tus versos más decadentes,
¿Me lo recuerdas? “Confieso] la indefensa necesidad] del amor conyugal]”
F- (Cabizbajo)
L- Me parece, mi querido amigo, que no te has limpiado bien
la caca de tus pequeñas. Y eso que solo te dejan verla en la seguridad de un
domingo por la tarde. La mudita, mucha mamita para tus niñitas, pero a la
primera de cambio te puso de patitas en
la calle.
F- Fui un golfo.
L- Te atrincheraste con el mando de la tele como arma.
F- Cuida tu lengua o alguien te la podrá cortar.
L- En tu defensa no olvides recordar que la mudita llamó
Lennon a un piltrafa “Indie” de esos. Dejó a la estrella sin brillo, para un no
volver y la eterna espera como el divorciado progre.
F- Algo hay que hacer mientras te inflas con tu ego… ¿Has
pensado en el atraco a un mercadona? La editorial premiaría el gesto y tendrías
tu recuerdo seguro.
L- Sigo siendo el gran marxista de finales de los sesenta,
que tiñó de rojo los puños a una banda de universitarios obsesionados por el
herbolario. Fui el mártir de una era aunque ni siquiera me brindaron el
aplauso.
F- Luis, eterno misántropo, pero si necesitas semanas de
terapia para asistir a la “paellada” de Lavapiés. ¿Quizás por eso huyó
despavorida la quinceañera?
L- La rubita combatía mi soledad con su sexo, llegamos a
batir mi record, luego vino el declive con los cincuenta que no perdonan.
F- Tú, amante empedernido y entregado a la causa. ¿A quien
le debes la mala racha? Déjame pensar… ¿Al abuso de Prodep, Prozac o solo a una
reminiscencia del tiempo perdido a los doce?
L- Llegué tarde al onanismo.
F- Llegaste tarde a la vida.
L- Esa fue la despedida de mi psicoanalista.
F- Esa es otra, ¿Cómo se te ocurrió abordarla en medio de la
sesión? Saliste en el periódico, menudo numerito.
L- Me dijo que saciara mi sexo. Tú en cambio necesitabas la
escapada para plantear tu inconformismo rutinario como algo de un par de días,
y eso que en tu maleta no faltaba la crema hidratante.
F- Un retiro espiritual en tierras de Sodoma.
L- Mi querido amigo, las malas lenguas sentencian con
arrogancia, y cierta envidia, que tu retiro solo sirvió de prótesis para tu
inspiración amputada por un “Last Weekend” de muy mala imitación.
F- Pero comprenderás que en mi resurgir sigo convaleciente
de una vida pasada, entre malos vicios que encandilaron bellezas de la más
hermosa lejanía y consideración. Lo maldito vende, vende bien. Ya sabes de lo
que hablo.
L- No me hables de maldito, porque si alguna vez lo fuiste
te delataste en tu inteligencia o en tu expectativa de unifamiliar y tres
perros. ¿Eran Borges, Neruda y el pequeño Chiqui?
F- Es hembra.
L- ¿Borges?
F- Mi querida chiqui. La princesita de la casa. Pero Luis,
no fueron mis pasos los únicos que me condujeron al olvido de muchos caretos,
fui la víctima de un momento de desolación de la que no tuve respuesta. ¿Dónde
andabas?
L - ¿Cuándo fue?
F- Cerca del ochenta y cuatro.
L- Vero me devoraba las noches. Todavía recuerdo su huida.
Me dejó con un mes de pena y la condena de la que da prueba mi bolsillo. Vero
mata si la cartera no cae antes.
F- ¿Eso lo dices como poeta o como colgado?
L- Como poeta, me viene bien, me ha dado amigos.
F- Olvidaba que en tu pose tiene cabida el burgués.
L- No lo elegí, mis noches detrás del túnel o mi valentía
para arrojarme al tren retuvieron lazos de mi niñez. Fíjate, aún hay quien me
reconoce por mi cabecita rubia y mis inocentes juegos de acné.
F- (Sonríe) Siempre te he querido.
L- Será por el interés. Solo que nosotros damos crédito.
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