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Iguala la virtud y el pecado venial (al igual que dualiza el ‘taijitu’ taoísta): simplifica la carga de culpa juedeocristiana por serpentina y mueca cabaretesca. Aprieta bien los dientes: gente de toda ralea te acusará con el dedo índice de payaso, quinqui o yonqui (y cosas peores, también). Y, ¡qué más da! ¡Fuerza y honor! Sábelo: a otros, antes que a ti, ya arrastraron por el cabello o raparon al cero. ¡Ellos con su venerada ciencia y su idolatría a la tecnología pajera que se lo coman!
Instala en tus convicciones la generosidad y la gratitud de mano tendida y sonrisa vertical sin obviar toda la crueldad maleva que la precaria existencia es capaz de atesorar hasta el vómito.
Pasea -indómito- a pierna suelta y contemplándolo todo como un mirón: que la cargante moralina del discurso de valores dominantes te tache de pervertido o viejo verde no deja de ser motivo de satisfacción dado el puritanismo protésico del que hacen gala esta pueril memez ‘neo-progre’.
Huye de las chupapollas como de la peste: ten presente que el orgullo precede a la caída cuando farruco folles de corrida en corrida a todo dios con un torrente vanidoso de “followers” gaseosas.